Distancias de lluvia / diego cazar



31 de marzo del 2007

Pedirte que te quedes así,
con esa luz que te cuida las mañanas,
así, callada y sabia,
llovida desde tu rayo más noctívago
hasta tu más descalza tierra;
pedirte desnuda
o pedirte que el segundo
en que parpadea tu paso
sea mío,
que me lo mientas, aunque sea,
así puedo también pedirte
que tu silencio baje la voz,
que no me rompa tu color
-ese tono de nube en tu equinoccio,
marchito de espera,
virgen de páramo en pleno sol,
criatura de ágata blanda
en acto de petitorio
o de beso a los aires-.

Pedirte que me quede así,
pedir que encalles en mi espejo,
que te ahogues sin mácula
dentro de mi imagen de ti,
deshojando tu piel de celofán,
lamiendo las canelas
y el orégano al soplo,
o el llanto, o tu campanario...
Tus rodillas pedir,
tus resabios y tus canonjías,
los desvaríos de tu vereda
y los de tus certezas,
pedirte muerta, inclemente,
casual y hostil, enmascarada,
ala de palma tu lengua,
adictiva lengua de quebrada;
tu pelo verde como el sueño
donde te vi mentirme
que eras la mano entera,
ni palma ni palmera.

Pedirnos y así quedar:
dos aves de camelos
tótem de mesita de velador,
surcos hechos en la lluvia,
tus palabras y mi risa;
del tablado y del telón
salen verdugos, orcos,
...bajas la voz de tu silencio
a tono de nube, a resquicio,
a ganas de estar a gritos,
de pedir que te pida y no.

martes, 16 de junio de 2009

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