Plaza de Rouen / silvio rodríguez


(A Maritchu y Eduardo Aute)

Busco cualquier pretexto
para volver allí donde tu rosa se complica,
donde su perfección se multifurca
en filos delicados y sinuosos,
en bordes palpitantes, en diminutos pozos
húmeros que me susurran invenciones.

Desde ese encalve descubro en ti
los ojos con que Ingrid de Arco, ardiendo
en la plaza del viejo del mercado de Rouen,
imploraba a los cielos el fin de su suplicio.

Y en vez de la misericordia
de un golpe de alabarda, transito
tus vidas, privadas callecitas, beso
los deslindes de su encantada arquitectura,
deletreo sus recovecos góticos, sus delicados
pliegues, turgencias y oquedades
-encajes de tu alma girando en agonía-,
hasta que te desatas en estremecimientos
y asciendes cantando como un ángel,
mártir y virginal, llamada
al fin por Tu Señor.

miércoles, 25 de marzo de 2009

EL HOMBRE QUE MANDABA CARTAS / Jorge Falcone


El hombre que mandaba cartas
no conoció el mail.
Por esa y otras razones
que ya han sido dichas
fue su costumbre
ponerle el cuerpo a las cosas.

El hombre que mandaba cartas
cayó muy cerca
del último buzón.
Y sin embargo llegan
desde aquel día
mensajes que desde la sombra envió.

El hombre que mandaba cartas
se indigestó en dolor
con el poeta amigo que tomó la píldora y
una hija que no se entregó
(cuentan que tragó su furia
sin suspender la reunión)

El hombre que mandaba cartas
guardó el nombre de guerra en un cajón.
No tecleó en la Olivetti
ni un sólo eufemismo.
Cargó con su identidad de siempre
y la estampó.
El hombre que mandaba cartas
munido de una verdad no dicha
se despidió de sus cuentos
de tahúres y ladrones y
vestido de jubilado despachó el mensaje
que los interpela hasta el día de hoy.-

(18/6/08)A Lilia Ferreyra

Canción / silvio rodríguez


Desde que se crearon los planetas,
desde que apareció la ameba y los peces
aprendieron a andar para hacerse lagartos
Y luego supo el mundo tener valles,
chimeneas y flautas,
he caminado dos veces por París
y siempre de tu mano.

La memoria del tiempo
lo grabó sin remedio
en un rincón del mapa de las eras.

Ahora que por primera vez
salgo sin ti a sus calles,
quedará la leyenda
del hombre que en vez de preguntar
por monumentos, catedrales y plazas,
gritaba tu nombre a cada cosa que existía.

Si a nueva oscuridad parten los astros,
si se le ocurre al sol otro destino,
si regresara al sueño la llama que nos hizo,
en algún sitio,
tras sus párpados,
estaré caminando dos veces por París
y siempre de tu mano.

Necesito de alguien / Charles Chaplin


Que me mire a los ojos cuando hablo.
Que escuche mis tristezas y neurosis
con paciencia y aún cuando no comprenda,
respete mis sentimientos.

Necesito de alguien
que venga a luchar a mi lado
sin ser llamado.
Alguien lo suficientemente amigo
para decirme las verdades
que no quiero oír,
aún sabiendo que puedo irritarme.

Por eso, en este mundo de indiferentes,
necesito de alguien que crea
en esa cosa misteriosa,
desacreditada, casi imposible:
"la amistad ".
Que se obstine en ser leal,
simple y justo.
Que no se vaya
si algún día pierdo mi oro
y no pueda ser más
la sensación de la fiesta.

Necesito de un amigo
que reciba con gratitud
mi auxilio, mi mano extendida,
aún cuando eso sea muy poco
para sus necesidades.

No pude elegir a quienes me trajeron al mundo,
pero puedo elegir a mi amigo.
En esta búsqueda empeño mi propia alma,
pues con una amistad verdadera,
la vida se torna más simple,
más rica y más bella...

El ciudadano "apolítico"


El ciudadano apolítico es político y todavía más que el político. Pero no lo reconoce, o lo que es peor: no lo sabe.

Se aparta de cualquier filiación partidaria agitando la bandera Argentina. Aún votando lo hace a disgusto y enseguida que vota se arrepiente. Si por él fuera el voto sería calificado. Y él se incluiría como votante.


Habla con desprecio de los políticos; y aún más de quienes están en funciones públicas. Y proclama que ningún gobierno le dio nada y que es más lo que le quitan. Es proclive a creer en cualquier dicho o rumor que descalifique a un gobernante o lo acuse de corrupto.

El ciudadano apolítico repite frases como que “los que no trabajan es porque no quieren”. “Los sindicalistas son una manga de ladrones”. o ” Aquí lo que hace falta es disciplina”. Extraña el orden de las dictaduras. Y no entiende que haya que esclarecer tragedias del pasado.

El ciudadano apolítico se horroriza más por la inseguridad que por el origen social que la provoca. Se aterra más ante un delincuente morocho que ante uno rubio. Aún siendo él morocho. Podría aplaudir un linchamiento sin juez, solo por sospechar del ajusticiado. Reniega de los fallos que no condenen a cadena perpetua y desprecia a los abogados defensores. Le atraen los líderes episódicos que enfrentan al poder público con rigor cívico; así como los líderes populares le parecen ramplones.

Cree en Dios, pero descree de quienes creen en otros dioses, o no creen. Pregona no tener prejuicios contra nadie salvo contra los que se los merecen.


Piensa que hay demasiada inmigración; que no es la apropiada. Considera también inapropiados a los homosexuales, travestis y prostitutas. Sólo sale a la calle cíclicamente por arrebatos que él llama espontáneos, aunque se autoconvoque con intención por cadena de Internet o por teléfono. Nunca esos arrebatos expresan demandas laborales y nunca coinciden con los trabajadores.

Siente placer en demostrar descontento público. Y que esa demostración luzca diferente a las otras marchas de gente heterogénea y desordenada a la que traen de cualquier parte. Por eso protesta por el barrio; para que al lado suyo estén otros como él: no distintos.

Cree no estar ideologizado: no comprende que su apoliticismo es ya una ideología. Solo sabe quienes son los enemigos: llevan la marca en el orillo: siempre hablan de la desigualdad y la pobreza.


Está seguro que el país sería mejor sin políticos, sin vagos , sin delincuentes, y sin razas indeseables. Pero no explica cómo lo conseguiría y quien estaría a cargo del diseño. Acaso imagina un gran gerente nórdico, y un gabinete de técnicos impolutos que gobernaran con un barbijo.

El ciudadano apolítico presume estar en una posición neutra en el centro perfecto. Pero está a la derecha”+ (PE)

Fuente: http://www.continental.com.ar/noticias/618299.asp
(*) Osvaldo Barone, escritor, periodista y docente.

no quiero / ángela figueroa


No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.

No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.

No quiero
amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO.

 
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