EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS / Arlen Regueiro Mas

EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
Arlen Regueiro Mas




PÁGINAS DEL AGUA
Ven, hermano, mitad de mí. Incompleta es tu carne que me desconoce; porque nombrar la luz sería como matarte la mirada, tenerte ciego a pesar de todos los días que puedo resucitarte; cuando sea domingo.
Mi jardín será otro juego de la memoria, sin la costumbre obligada de conocer el camino.
Hermano que no quiero que seas mío, para poder amarte como amo a otro; ven a escucharme todo este silencio, las caricias que me impido pensar en tu rostro.
Ven, hermano de mi entraña; a negarme el fuego. Proclama la edad del agua, ahora que somos piedra, el tiempo indiferente.
El viento ha de ser como una aurora muerta, el vaso herido al borde del café, cuando no brotas reflejo, más que en el recuerdo.
Por eso quiero que seas, hermano mío, carne solamente de mi padre, como si mi padre te hubiera engendrado de sí mismo, y te abortara frente a las nubes donde nunca danzarán, porque nunca serás objeto de la danza, más bien del descalabro.
Páginas del agua son éstas que escribo. Palabras fundadas por toda su impotencia, para bebernos el miedo, el terrible pudor de un beso.
Pero no, hermano, quiero también que sepas cuán imposible son los desnudos, cuán horrible me parece que seas el verbo de mujer, que tengas madre como ésta, la mía, que censura el riesgo del agua, con la parte de mí que no soy yo, porque eres tú.
Ven, hermano, a compartir el vicio de los insomnios, para hacerme dormir sobre tu sombra cada tarde, sobre mi propio semblante marchito, prohibiéndome el sabor de la arena.
Para Antonio M. Regueiro,
hermano desde el cansancio.




ÚLTIMAS PALABRAS DEL JOVEN RIMBAUD AL POETA PAUL VERLAINE
para N. E. cómplice



hermano paul
querido verlaine
mi amante
ayer te he visto pasar desnudo
embarazado de dolor en todo tu parto
adivinando el iris de mis ojos tras el lienzo
dormido o despierto
insomne o sonámbulo
pero caído hasta mi piel
con el orgullo de la ciudad atemperando el cemento
ayer a ratos me sentía un pájaro
era uno de tantos con perfil de cadáver
donde quiero deshacerme prisionero
esclavo del vuelo sobre mi lumbre
ayer parís no semejaba parís
tan solo un simulacro de la aurora
y notre dame padecía tu pupila
corriendo la lluvia hacia el sena condenándose
ayer a ratos era homicida
ícaro sin alas mecido
por las llamas eléctricas como un muro
y lejos
tan oscuros como el mar
morían los mirlos del cansancio
fugitivos de su propio fuego
ayer casi isla me quedaba*
y hoy también desnudo y sin sexo
me atrevo a ser roca con pálpito de templo
cuando aborta la tempestad los calendarios
y no me basta la sed
ni se corrompe este verdor entre mis piernas
ayer fui pájaro y reloj
otro cuerpo sin precio
ayer a ratos quise ser cruel
quise morir y no estabas
era inmortal
para ver en mi rastro la edad del almendro
adiós hermano paul
querido verlaine
mi amante
quiero morir y nada puede salvarme
el albatros ha partido
las islas son tal un pueblo de barcas
y la noche
un solitario puerto donde errabundo espero
ebrio con mi naufragio de naipes
inválido de tiempos
hermano paul
querido verlaine
mi amante
has que la ciudad coma su polvo*
* Arthur Rimbaud



PALABRAS DEL JOVEN ALEXIS AL PASTOR CORYDON


No te seré entonces tan amargo doloroso pastor, tan esquivo. Iremos juntos a tu huerta y allí haré honores a las castañas y ciruelas que para mí recogiste, aunque no me importe la leche fresca, ni la enormidad de tus rebaños pastando a las orillas del Mincio.
Yo también solía perderme entre las hayas y a la sombra de los montes de Sicilia vague como si fuera una de tus ovejas, recogiendo malvaviscos para adornar tu frente.
Te veía sin verte junto a la fuente Libetra. No sabía que tú eras tú, que deshojabas tu zampoña de siete ruidos en el agua, echando a la corriente doradas monedas. No sabía que sin conocerte guardaba mi larga inocencia.
Alguien me persigue como si mis huellas arrastraran las heridas del sol, caminando a su lado; viene tras de mí, lo presiento abrazarse a las piedras del sendero, ya cansado.
Tengo miedo. Soy como la cera que la luz inflama al ponerle sus labios. Dime dónde es que los árboles nacen, con el nombre de amantes escrito en el tronco.
Mereces acaso que te cante doloroso pastor, si después de él no eres tú el primero. Por él he bebido cicuta y almizcle, y vencí al Dios que le dejó seguirme a los infiernos.
Podrías descanar esta noche aquí conmigo, sobre la triste hierba, pero no te conozco, solo hablas de tu ganado y tu prospera hacienda.
No puedo tornarme, idos a casa. La tarde se cierra entre los tamariscos cual una mano

lunes, 8 de septiembre de 2008

cinco poemas / cesare pavese


Cinco poemas
Cesare Pavese

Vendrá la muerte
y tendrá tus ojos...

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos–
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sobre ti sola te inclinas
en el espejo. Oh esperanza querida,
ese día sabremos también nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
resurgir un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Descenderemos al abismo mudos.
La noche
Pero la noche ventosa, la límpida noche
que el recuerdo rozaba solamente, está remota,
es un recuerdo. Perdura una calma asombrada
también ella hecha de hojas y de nada. No queda
de aquel tiempo más allá de los recuerdos, sino un vago
recordar.
A veces retorna en el día
en la inmóvil luz del día de verano
aquel remoto estupor.
Por la ventana vacía
el niño miraba la noche sobre las colinas
frescas y negras, y lo asombraba verlas en montón:
vaga y límpida inmovilidad. Entre las hojas
que susurraban en la sombra, surgían las colinas
donde todas las cosas del día, las laderas
y las plantas y las viñas, eran nítidas y muertas
y la vida era otra, de viento, de cielo,
y de hojas y de nada.
A veces retorna
en la inmóvil calma del día el recuerdo
de aquel vivir absorto, en la luz asombrada.
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La voz

Cada día el silencio del cuarto solitario
se cierra sobre el leve derroche de cada gesto
como el aire. Cada día la breve ventana
se abre inmóvil al aire que calla. La voz
ronca y dulce no vuelve en el fresco silencio.
Se abre como el respiro de quien esté por hablar
el aire inmóvil, y calla. Cada día es el mismo.
Y la voz es la misma, no rompe el silencio,
ronca e igual por siempre en la inmovilidad
del recuerdo. La clara ventana acompaña
con su latido breve la calma de entonces.
Cada gesto percute la calma de entonces.
Si sonase la voz, volvería el dolor.
Volverían los gestos en el aire asombrado
y palabras palabras a la voz sumisa.
Si sonase la voz aun el latido breve
del silencio que dura, se haría dolor.
Volverían los gestos del vano dolor,
percutiendo las cosas en el zumbido del tiempo.
Pero la voz no vuelve, y el susurro remoto
no encrespa el recuerdo. La inmóvil luz
da su latido fresco. Para siempre el silencio
calla ronco y sumiso en el recuerdo de entonces.
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Palabras del político

Se pasaba ligero por el mercado de los peces
para lavarse la mirada: los había de plata,
bermejos, verdes, color mar.
Comparado con el mar todo escamas de plata
ganaban los peces. Se pensaba en el regreso.
Bellas hasta las mujeres del ánfora en la cabeza,
aceitunada, forjada sobre la forma de los flancos
dulcemente: cada uno pensaba en las mujeres,
cómo hablan, ríen, caminan por la calle.
Reíamos cada uno. Llovía sobre el mar.
Por las viñas escondidas en las fracturas de la tierra
el agua macera hojas y racimos. El cielo
se colorea de nubes escasas, enrojecidas
de placer y de sol. Sobre la tierra sabores
y colores en el cielo. Nadie con nosotros.
Se pensaba en el regreso, como después de una noche
de insomnio se piensa en la mañana.
Se gozaba el color de los peces y el jugo
de la fruta, vivaces en el hedor del mar.
Ebrios estábamos, en el retorno inminente.
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Eres como una tierra...

Eres como una tierra
que ninguno ha nombrado.
Ya nada esperas
sino la palabra
que brotará de lo hondo
como un fruto entre ramas.
Hay un viento que te alcanza.
Cosas secas y muertas
te abruman y andan en el viento.
Cuerpos, voces antiguas.
Tiemblas en el verano.

Versiones de Rodolfo Alons

 
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