¿Somos amigos?-preguntó el joven cordero, en ese idioma que sólo entienden los niños.
El pequeño, de cara sucia y mirada triste, frunció el ceño y exclamó- ¡Pues claro! Pero si te vi nacer, eras una bolita peluda que no sabía ni andar.
Y sin embargo- contestó el animal- cuando crezcas me matarás para saciar tu hambre.
El niño guardó silencio durante unos minutos. Luego, sin mirar a su amigo contestó.
-Tranquilo, yo no me haré mayor. Una bomba me matará antes de que mi voz cambie.
-Pero si a ti no te pueden comer.- Respondió el cordero.
-No importa Bolita, para ellos yo también soy rebaño.
El pequeño, de cara sucia y mirada triste, frunció el ceño y exclamó- ¡Pues claro! Pero si te vi nacer, eras una bolita peluda que no sabía ni andar.
Y sin embargo- contestó el animal- cuando crezcas me matarás para saciar tu hambre.
El niño guardó silencio durante unos minutos. Luego, sin mirar a su amigo contestó.
-Tranquilo, yo no me haré mayor. Una bomba me matará antes de que mi voz cambie.
-Pero si a ti no te pueden comer.- Respondió el cordero.
-No importa Bolita, para ellos yo también soy rebaño.
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