SOBRE LA NATURALEZA DE LOS MORTALES

POESÍA
SOBRE LA NATURALEZA DE LOS MORTALES
Andrés Mir

los personajes: el cuervo
Es la luz boca arriba: su equidistancia múltiple posada en mi corneja.
Supe que así era, queja de cuerda en olas sucesivas: nadie se detiene;
nunca queda en el sitio mismo (el inmediato) la inmediatez burlada.
De partir un latido queda su eco, génesis albical del rocío,
al sucederse diurno le sigue como llanto la vida, como llanto.
Así estoy desnudo en la cuerda, como un guante,
como estarlo puede sólo una coraza, o el musgo
lamiendo el guijarro que yace en mi palma boca arriba,
y lo que parte tiene su gesto de boomerang, su isla
en la codicia noble del retorno; y lo que parte
ha dejado el mar a sus espaldas,
y cuanto queda también
el mar a sus espaldas, como risa la muerte. Lo supe:
terca la solidez, plurales longitudes dispuestas al belcanto del graznido.
andros, (coma)
no me pidas de la risa un fragmento descalzo: aquí estaré, alerta como un pez
para fijarme en tu partida, quebradura del instante sutil que permaneces.
son tus hábitos el insulto donde al reír
pensé del tráfago auxiliarme, pero nada: era todo o la seducción,
preferí entonces
salirme del anhelo para quedar frente al pórtico.
los viajeros estaban cansados, ellos suelen cansarse.
sólo yo podía ofrecerles agua
para sus pies hieráticos, taciturnos. quien pasa se asume responsable
del que se detiene;
quien pasa no se mueve, deja que los demás huyan del jadeo.
ellos no me agradecen,
piensan que este frescor les bajó en algún momento de la frente,
ellos ignoran que verlos pasar
es mi tránsito, mi rabiosa experiencia. como luna es mi boca.
ellos como tú no me agradecen: sólo saben pedir. llego a ellos
y apenas miran mis manos,
piensan que el descanso es mi mayor recompensa: una muerte dócil al lamer esta silueta
en la arena. pero quedan, ven junto a ti cómo me robo los paisajes, los deslizo
bajo esos pies que nada buscan: yo con la claridad, la fuente y este modo de mover el mundo.
escala del sentir.
deja las máscaras atrás, a que nos miren con las ilesas ranuras de sus ojos,
hágase del rictus proverbial catarsis húmeda, discursos quietos
en lo profundo del abrazo que potencialmente ya está dado,
no te condenes a lamentar caricias no inaguradas,
besos nunca ofrecidos por pensados.
glorioso el temblor
que surca el brazo y la espalda. ellas siguen observando como antaño,
gozando su hálito de eurípides, los altísimos tacones y las voces graves
fingidamente femeninas --medea macho bajo la túnica-- ellas
colgadas en la noche, mientras del polvo
se alzan vapores lúdicos. de los cuerpos
alimenta su voracidad el franco espíritu --carne junto a carne--
mano que pierde también su máscara, pierna que muda
su condición de reptil --debajo queda otro zarandeo
de la realidad, el rostro verdadero,
sombra perdida en placeres de suma paz y cercanía.
troca en trayectos el almidón que hastíos recolecta
marcha de luz y hogares-- dime cuándo
pondrás tierra bajo mis pies; se desbordan de risa con todo su vacío,
ellas que tanto esperan ser descolgadas,
ellas que desde atrás dominan el panorama vasto de la huída
o tal vez retorno- hialina condición; ausente el pulso
tras el quieto rostro de eterna carcajada; no han visto
desbordarse de peces /bahías o penínsulas/ el salino intersticio de la tierra.
la luna juega a echarnos las aguas arriba y también colgada
con su cáscara de fémina interroga
por la mano que algún día desprendió
los pómulos.
antropologético
de mi propio cadáver me alimento y por las partes blandas
rompo la carne tumefacta, dócil, desgarrando
intemporáneos gerundios de mi arcaica hechura.
no es autofagia, qué va, por las pacientes cuencas
ahora penetro a las oscuras vísceras y camino --es decir--
vías contrarias (de afuera hacia adentro, como si fueran aguas
adueñarse del navío naufragante) en tránsito irredento
hacia mi otro nacimiento de esta muerte.
saltan la mano y su vendimia hacia el futuro vino,
cambia el sol la máscara de fechas, caen las hojas
de calendarios y frutales, hablo de éxodos y en la distancia
el peso
hunde la carcasa crujiente del tórax imposible
de un imposible ser humano en imposible país e imposible tiempo.
el abuso
tiene oportunidad en el brocal de lo oportuno. lo común
es recluirse en la muerte de su altura. da capo.
en fin, o en comienzo --qué más da-- la moraleja
fue disfrazada por Hegel de dialéctica, el buitre --no buho ya-- de Minerva
sale a volar en el crepúsculo de esta historia.

sábado, 6 de septiembre de 2008

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