Oh mar oh mar

EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ASUNTO FIJO
Eduardo Frías Etayo




Oh mar oh mar
devuélveme
Teresa Melo



El golpe duro contra las rocas, ro-cash. Hay dos formas de mirar un escollo, la del marino que lo maldice y la del náufrago que lo agradece. La oscuridad es directamente proporcional a naufragar. Lo primero, echar mano a una botella. Echar una botella en la mano. Lanzar mensajes de humo dentro. Empañar las cosas, enturbiarlas y naufragar. Es importante naufragar. No ahogarse. Quedar varado, escorado. Aferrado a la más mínima tabladuda. Gritar por encima de la resaca. Convencerse de que estamos solos. Y esperar. Dejar crecer la barba-calma, el pelo-desesperanza y viceversa. Y esperar. Esperar que el mar regrese con los vidrios rotos.

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Se me enredaron los pasos en las pesadillas. Perdí el horizonte en cuatro apuestas. Era más fácil jugarse los regresos. Improbables. Los adoquines marcan la ruta. Quizás hasta existan buenas intenciones. En ocasiones hay Final Feliz. Por lo menos los domingos a las tres. Palpo las pesadillas. Gordas. Viscosas. Acechan. Han tendido desesperos e impaciencias a la salida de cada habitación. El hoy es mi disfraz. Temo dormir.

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Andar con la lengua suelta. No afuera. Simplemente suelta. Reptando una búsqueda. Evocadora humedad que se escapa no lejos del alcance de los labios. Puede hasta convertirse en Burla. Dejar huellas de saliva para no perder el camino. Quemar las naves. Cuerpos. En el principio era la lengua.

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Tiro los dados, es doble uno. No tengo siquiera una salida, y es hermoso retornar a los pasadizos rocosos de viejas cavernas. El viaje primigenio. La oscuridad envolviendo el deseo, la prisión térrea. Tiro los dados, es doble uno. No siempre es dos, tan sólo la repetición del mismo. Es el espejo. Reflejo contra la roca que pende sobre la posible apertura al cielo. Pasan abrumadoras las fechas sin celebraciones, es el olvido, peor que una mala palabra. Oscuridad sin sombras, no hay estrellas, ni lágrimas de donde asirse. Es mejor solo que mal acompañado. Si la tierra te habla no cometas el error de escucharla. Tiro los dados, es doble uno. Regreso al encierro y sin derecho a decidir hasta la próxima oportunidad.

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Estoy emparedado entre confidencias. Me muevo en la habitación de los espejos. Cada confidencia se refleja en otra y se distorsionan hasta el infinito. En ocasiones las imágenes se conjuran. Entonces las confidencias se vuelven un suave murmullo acariciador-deslizante que deja una brecha en los muros para que penetren nuevas confidencias. Se empotran en las paredes y curvan los espejos. Sellan. Desollan. Des-oyen. Estoy emparedado entre confidencias. Temo las Hemipuertas, las Magnopuertas. Prefiero marcharme por los patios de trasfondo, sitios de muchas ventanas desadheridas del tiempo. Apenas lo intento. Una confidencia. Me emparedan.

sábado, 6 de septiembre de 2008

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