qué sabran de nosotros las estrellas / mi duende...

qué sabran de nosotros las estrellas
Ahí te veo tumbada en el descanso del verano
como una galaxia exhausta y silenciosa
y me adentro en tus nebulosas de piel escurridiza
y me miro en tu delicia de ojos pardos.

Me cuido de tus rabias de animal desbocado,
me tiemblan los pasos cuando miras de frente
y te adentras curiosa e inquisitiva en el espejo
abisal y caótico de mis ojos claros.

Quisiera que al regreso de mis dudas
me dieras la certeza imprecisa de tu confianza,
ese saber de vagabundos sin más ciencia
que dos manos y un corazón abierto a la esperanza.

Te recuerdo corriendo al futuro o a la nada
en ese tren depresivo desprovisto de infancias,
te engañé cuando oculté mi prisa desesperada
y te invité a ese vino en mi mesa de arena y agua.

Ya dejé el escudo y la espada,son otras las armas,
es otra la misma pelea,el mismo abrazo,la misma guerra
y me adentro curioso y excitado a la tentación y a la calma
de tu alma siempre alterada,poderosa hembra.

Quisiera darte cuando huyes a tus simas
un candil de deseos y puertas,una llama
de otoñales colores y una fuente
donde bebas de mí hasta saciar tu ansia.

Cuando llegue el invierno encenderemos la fragua
donde se funden unos con otros dolores y misterios,
y alterados y doloridos y sorprendidos y sosegados
dejaremos el eco de la risa tras cada paso andado.


17 de Agosto de 2008
alberto posada

domingo, 24 de agosto de 2008

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