Cuando él la vio llorando, sintió que con cada lágrima escurría un poco de su imaginaria historia. Dice Joaquín Sabina: no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió. Algo así pasaba entre ellos. Nunca pudieron ser amantes. Ella era una versión pos moderna de las míticas musas que se convertían en la inspiración de artistas. Y él tenía empeñada su espada en casa de otra doncella. Quizá por eso en el rosario de lágrimas, no hubo un padrenuestro que fuera capaz de mitigar la nostalgia, solo el arrepentimiento de no haberle construido al amor su templo mayor. Entonces tomados de la mano, fueron la metáfora perfecta para describir el sepelio de un fantasma.
Cuando pasaron los funerales, un abrazo de despedida suavizó el ritmo cardiaco y los remos se volvieron a agitar, para después perderse en el horizonte, donde nunca más han asomado. Ella no espera. Tiene un bello recuerdo de lo que nunca existió, y le basta.
Cuando pasaron los funerales, un abrazo de despedida suavizó el ritmo cardiaco y los remos se volvieron a agitar, para después perderse en el horizonte, donde nunca más han asomado. Ella no espera. Tiene un bello recuerdo de lo que nunca existió, y le basta.
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