LA CALLE DEL BIEN Y DEL MAL / fernando dolina

asterisco: pa usté, que supo responder con tanta certeza si es bueno o malo...

Como bien lo sabemos, la cuadra del Angel Gris esta en la calle Artigas entre Bogotá y Bacacay. Sucede allí algo muy particular: en una de las veredas no es posible ser bueno. En la otra es imposible ser malo.

Una noche pasé con una muchacha rubia por la vereda oeste. La arrinconé en un umbral oscuro, la besé con pasión y logré poseerla allí mismo.

Después cruzamos la calle. Y mientras caminábamos por la vereda oriental, le pedí que me olvidara y la abandone para siempre.

En la cuadra del Angel Gris hay dos veredas. En una no es posible ser bueno, en la otra no se puede ser malo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

ESCRITO A CIEGAS / MARTÍN ADÁN

ANTECEDENTES...

Celia Peschero --colaboradora de Borges-- escribió a Martín Adán la carta que sigue:

Martín Adán: ¿El motivo de esta carta? Además del simplemente afectuoso, que es el más importante, este otro: pedirle a usted datos sobre su propia vida, si es posible, contados con toda la sal que usted sabe poner en cuanto dice y escribe, porque he ofrecido un artículo sobre usted en La Nación... yo recién comienzo a publicar allí y quiero escribir un artículo humano, en el que se sienta su sangre y su piel... Sé que todo este asunto puede resultarle muy fastidioso. Pero en nombre de la simpatía que nos unió en cuanto nos conocimos, en nombre del cariño que yo le tengo, en nombre de mi profunda admiración por usted, por favor acceda a mis ruegos. Deje usted de lado toda su bohemia o vuélquela íntegra en lo que me escriba y... hábleme de usted. ¿Lo hará?

La respuesta del poeta fue el poema que sigue:


MARTÍN ADÁN,ESCRITO A CIEGAS

¿Quieres tú saber de mi vida?
Yo sólo sé de mi paso,
De mi peso,
De mi tristeza y de mi zapato.
¿Por qué preguntas quién soy,
Adónde voy?... Porque sabes harto
Lo del Poeta, el duro
Y sensible volumen de ser mi humano,
Que es un cuerpo y vocación,
Sin embargo.
Si nací, lo recuerda el Año
Aquel de quien no me acuerdo,
Porque vivo, porque me mato.
Mi Ángel no el de la Guarda.
Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo,
Que me lleva sin término,
Tropezando, siempre tropezando,
En esta sombra deslumbrante
Que es la Vida, y su engaño y su encanto.
Cuando lo sepas todo...
Cuando sepas no preguntar...
Cuando no sepas no saber nada
Sino roerte la uña de mortal,
Entonces te diré mi vida,
Que no es más que una palabra de más...
La toda tuya vida es como cada ola:
Saber matar,
Saber morir,
Y no saber retener su caudal,
Y no saber discurrir y volver a su principio,
Y no saber contenerse en su afán...
Si quieres saber de mi vida,
Vete a mirar al Mar.
¿Por qué me la pides, Literata?
¿Ignoras acaso que en el Mundo,
Todo de nadas acumuladas,
De desengrandar infinitudes,
No sino un trasgo
Eterno, sombra apenas de apetito de algo?
La cosa real, si la pretendes
No es aprehenderla sino imaginarla.
Lo real no se le coge: se le sigue,
Y para eso son el sueño y la palabra.
¡Cuídate de su atajo!
¡Cuídate de su distancia!
¡Cuídate de su despeñadero!
¡Cuídate de su cabaña!
¿Quién soy? Soy mi qué,
Inefable e innumerable
Figura y alma de la ira.
No, eso fue al fin... y era al principio,
Antes de donde el principio principia.
Soy un cuerpo de espíritu de furia
Asentada y de aceda ironía.
No, no soy el que busca
El poema, ni siquiera la vida...
Soy un animal acosado por su ser
Que es una verdad y una mentira.
¡Es tan simple mi ser, y tal ahogo,
Con punzada en nervio y carne!...
Yo buscaba otro ser,
Y ése ha sido mi buscarme.
Yo no quería ni quiero ya ser yo,
Sino otro que se salvara o que se salve,
No el del Instinto, que se pierde,
Ni el del Entendimiento, que se retrae.
Mi día es otro día,
Algún no sé dónde estarme,
A dónde no sé ir en mi selva
Entre mis reptiles y mis árboles,
Libros y cementos
Y estrellas de neón,
Y mujeres que se me juntan como la pared y como nadie... o como madre,
Y el recién nacido que sobre mí llora,
Y por la calle
Todas las ruedas
Reales y originales.
Así es mi día cabal,
Hasta la última tarde.
Y escribí libros para persuadirme
A que yo era alguien,
Uno según mi gana
O según mi nadie.
El Otro, el Prójimo, es un fantasma.
¿Existe el aire,
Donde te asfixias y recreas
Respirando, tu cuerpo inane?
¡No, nada es sino la sorpresa
Eterna de tu mismo reencontrarte
Siempre tú los mismos entre los mismos muros
De las distancias y las calles!
¡Y de los cielos estos techos
Que nunca me ultiman porque nunca caen!
(…)
¿Sabes de los puertos encallados
Del furor y del desembarcar,
Y del cetáceo con mojadísimo uniforme
Que no nada y cae ya?
¿Sabes de la ciudad tanta,
Que me parece ciudad,
Sino un cadáver disgregado,
Innumerable e infinitesimal?
Tú no sabes nada;
Tú no sabes sino preguntar.
Tú no sabes sino sabiduría.
Pero sabiduría no es estar
Sin noción de nada, sino proseguir o seguir
A pie hacia el ya.

Arte poética / Domingo Alfonso

El día treinta y uno de agosto de mil novecientos sesenta y cuatro
el señor Ezequiel Sotomayor
leyó en la segunda página de Revolución el texto siguiente:

"Este río, como todos los anteriores y los que pasaríamos después
estaba crecido".

Hecho esto dobló el diario
y comparó mentalmente lo anterior
con los versos de cierto poeta de decimoquinta fila,
consultó con temor su sensibilidad
y para asegurar su juicio hizo llamar
a su joven sobrina que estudiaba Letras.

Escrutaron minuciosamente ambos escritos;
se decidieron por el texto del periódico.

A un muchacho / Nancy Morejón

Entre la espuma y la marea
se levanta tu espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.

Tuve tus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacífico.

Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.

Tuve, en fin, su barbilla de incienso
bajo el sol.

Un muchacho del mundo sobre mí
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y las uvas del sexo
y los himnos pluviales que nacen de su boca
envolviéndonos sí como a dos nautas
enlazados al velamen incierto del amor.

Entre sus brazos, vivo.

Entre sus brazos duros quise morir
como un ave mojada.

Che / Miguel Barnet

Che, tú lo sabes todo,
los recovecos de la Sierra
el asma sobre la yerba fría,
y hasta de qué se hacen
los frutos y las yuntas

No es que yo quiera darte
pluma por pistola
pero el poeta eres tú

Canta / Guillermo Rodríguez Rivera

Canta, canta sin miedo.

Canta, que tienes en tu voz
el sonido de todos los desastres.

Canta que tus manos se han hecho
de alegría y dolor y tierra de tu tierra.

Como que has conocido las mañanas deslumbrantes
de Oriente
y la niebla, blanca, envolviendo el palmar
y el golpe desolado del Caribe sobre la costa.

Canta, que tienes en tu alma polvo de todas las ciudades
y en los ojos, el inagotable deseo de las gentes de tu país
y has aprendido las antiguas canciones de tu pueblo
y has amado perdidamente, y te han amado.

Canta, que creciste en mitad de ese rayo
Que arrasó la injusticia del pecho de la patria.

Canta, que hasta la muerte vive junto a ti.

No le entregues la voz a los malos poetas,
abre la boca y canta, canta, canta.

El huracán y la palma / Helio Orovio

En el principio
fue la miseria en la provincia,
el hambre que trataba
de engañarse con una canción,
aprendida en la guitarra de Pepe Sánchez.

Los trabajos más increíbles, la talabartería,
maromas en el circo de la vida.

El huracán zumbando
sobre su cabeza genial,
premonición de furias y derrumbes.

Luego el viaje
al esplendor capitalino,
el cambio de saquito
raído
por la guayabera blanquísima.

De inmediato las noches de canto
en cines y parques,
trova que nacía
bajo el sombrero retratado por Chinolope.

Y frente a los años,
desafiando lluvias y ciclones,
haciendo maromas sobre la miseria
y el miedo,
su canción, como una palma
erguida.

La bienvenida / José Yanes

Sea pues
bien llegada la verdad con arma larga.

Que son meras cuestiones habladas
los sucesos del último tiempo,
que no es un llanto inútil
lo que transcurre día a día.

Que sistemáticamente
levantamos todo lo oculto.

Que hemos mostrado el camino,
que hemos enseñado donde cada cual
puede encontrarse,
y todo lo demás se lleva dentro,
y todavía se teme, y todavía
a veces no se puede.

Y todavía esta costumbre inveterada
de fingirnos, nos pega en el cuerpo.

Sea pues
bien llegada la palabra desnuda.

Que este silencio no roto vestido de miedo,
cese en su función.

Que la mano llorosa que tiendo
sepa tu idioma,
que el hombre no sea su enemigo
y no se persiga,
que todo lo que nos desborda mutuamente
sea confesado,
que no vague más en la ciudad abarrotada
solo.

Sea pues,
repito,
bien llegada la palabra desnuda.

Infancia / Antonio Conte

Los niños, allá afuera
gritan, despedazan el césped,
ambicionan la esfera musculosa para patearla;
se escurren entre cercas, se golpean,
se abrazan fuera del tiempo
como si con eso entrelazaran los continentes.

Los niños, allá afuera
les van creciendo el corazón a travesuras,
a rasguños, a reírse de los mayores,
y se sienten felices de tirotear los pájaros.

Algunos prefieren quemarse / Jorge Fuentes

Algunos prefieren quemarse
en el plasma de la revolución.

Otros economizan sus fuerzas,
olvidan a los muertos
en la fiesta de los vivos.

No es que yo crea que vivir
sea fácil ni difícil,
no soy quién. Pero creo
que la sociedad está dividida
en tres grandes clases:

Los explotadores.
Los que se queman.
Los que no prefieren quemarse.

No voy a silenciarme / Félix Guerra

Absolutamente nada callaré a mi interlocutor
No voy a silenciarme hoy velando por mañana
para acoquinarme mañana por pasado
No voy a vivir en indigencia por temor a la indigencia Diré lo aclaro nuevamente hasta el último resquicio
(Tal vez luego aconseje otra cosa a mi hijo
y él me lleve la contraria
).

Canto por primera vez a mi padre / Froilán Escobar

Viejo
cómo me hubiera gustado decirte
tus palabras, cubicar
contigo el tiempo que vivimos, retratarnos,
ir a Galarraga, cambiar en una esquina de zapatos,
y hacer y coordinar de a viaje la ternura.

Eso sí,
Nada de que tú pagues la comida y el compartimiento,
Nada de que quieras darme un abrazo en el espíritu;
tú sabes que no creo en esas cosas.

Lo que sí quiero, viejo,
Es que andemos un rato respirando
juntos
para yo darle rienda suelta
a mis papeles,
a la camisa del domingo
y a todo un montón de chucherías.

 
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