Walsh & Lear


Por Juan Sasturain

“Vale más la paz resfriada / que la guerra con salud.”
“Canción del estornudo”, M. E. W.

Tengo hace rato un relato / que me aprieta en el zapato.
Empieza con una fila / frente a la puerta de Arriba.
Y en la punta de la cola / un señor y una señora.
Walsh y Lear, se llamaban, / pero en la lista no estaban.

–Son de siglos diferentes / –dijo el portero celeste-.
Del XIX al XXI... / no son poquitos minutos.
Ellos creían que el tiempo / no era un problema en el Cielo
y se habían esperado / una montaña de años,
dejando pasar los turnos / para poder subir juntos.

Pero el Angel burocrático / consultaba su libraco:
–Lear, Lear... lo recuerdo. / Si llegó hace mucho tiempo.
Hay un Walsh en esta hoja / escrito con tinta roja.
Y sobre el mapa infinito / del soberbio Paraíso
les dio el detalle preciso / de su eterno domicilio:
–The King Lear, soberano, / reside en “Imaginarios”
y a Walsh, Rodolfo, lo tengo / en “Escritores muy buenos”.

Los postulantes, perplejos, / de repente comprendieron:
había quilombo de archivo / por los nombres parecidos.

–Yo soy Edward –dijo Lear– / y no me soñó Shakespeare.
No soy ningún personaje / sino un loco dibujante.
Ilustrador de mis rimas / más libres y divertidas,
soy alegremente célebre / por inventar el nonsense

También soy Walsh –dijo ella– / y me llamo María Elena.
Rodolfo, un primo lejano, / sólo me ganó de mano.
De Los oficios terrestres / el de cantarle a la gente
me eligió sin darme cuenta / desde que era muy pendeja.
Escribí versos, canciones / para nenas y varones,

ejecutivos, bacanas, / vacas, tortugas, cigarras...
Y soy la mejor –me dicen– / los que siguen siendo pibes.
A veces me puse amarga / y acaso metí la pata:
Lo mío es Doña Disparate / y no Operación Masacre.

Ya había inquietud en la cola / por la charla y la demora
y empezaron con los gritos / de apúrense que hace frío.
A los guardianes del Cielo, / si algo les sobra, es el tiempo:
–No entiendo –dijo el portero– / que habiendo muerto primero,
usted, Lear, no subiera / y la señora quisiera
venir derecho a la fila / sólo por su compañía.
Turnándose en la palabra / se lo explicaron con calma:
–No vine antes para Arriba / por esperar a esta piba.
–Y yo no me hubiera muerto / si no era por conocerlo.
–Entendió mejor que nadie / la verdad del disparate.
Mis limmericks en inglés / son su reino del revés.
–De Lear aprendí el modo / de poder decirlo todo:
el camino del absurdo / para hablar mejor del mundo.
Y así terminaron ambos / la fuerza de su alegato:
Se lo decimos a dúo: / los dos juntos o ninguno.

Al final se abrió la Puerta / y les hicieron la oferta.
–Hay un Cielo de Argentinos / donde miran los partidos:
se lo pasan discutiendo / y no se ponen de acuerdo.
Envidian a los que esperan / putean a los que llegan
pero se acuestan muy tarde / y ahí no se aburre nadie.
–También está el British Heaven. / Aunque haya pocos que creen
que hay ingleses en el Cielo / disfrutan de un pub modelo:
fuman, beben moderado, / cierra a las ocho, temprano.

Y Lear, por cortesía, / se quedó con Argentina.
“Es absurdo para mí / que exista un lugar así.”
Una vez más, como siempre / había ganado el nonsense.

Esta es una buena historia / para contar de memoria.
Y como es toda mentira / resulta más divertida.

lunes, 17 de enero de 2011

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