VISITACIONES 1 Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna como a la casa de la infancia, a algunos días, rostros, sucesos que supieron recorrer el camino de nuestro corazón. Vuelven de nuevo los cansados pasos cada vez más sencillos y más lentos, al mismo día, el mismo amigo, el mismo viejo sol. Y queremos contar la maravilla ciega para los otros, a nuestros ojos clara, en donde la memoria ha detenido como un pintor, un gesto de la mano, una sonrisa, un modo breve de saludar. Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable, los ojos no comprenden, la mano ya no toca el alimento innombrable, lo real. 2 Uno vuelve a subir las escaleras de su casa perdida (ya no llevan a ningún sitio), alguien nos llama con una voz querida, familiar. Pero ya no hace falta contestarle. La voz sola nos llama, suficiente, cual si nada pudiera hacerle daño, en el pasillo inmenso. Una lluvia que no puede mojarnos, no se cansa de rodear un día preferido. Uno toca la puerta de la casa que le fue deparada a nuestras manos mortales, como un tímido consuelo. 3 El que solía visitarnos, el que era de todos más amado, suave vuelve a la sala sencilla, cada día más real y más leve, ya de humo. ¿Cuándo tocó la puerta? No podemos recordarlo. Estaba allí, estaba! Y no se irá jamás ni puede irse. No nos trae la memoria las palabras del adiós. Sólo podrá volverse por la puerta de un ruido, de un llamado de ese mundo que borra, ignora y vence. 4 ¿Qué caprichosa y exquisita mano trazó, eligió ese gesto perdurable, lo sacó de su nada, como un dios, para alumbrar por siempre otra alegría? ¿Participabas tú del dar eterno que dejaste la mano humilde llena del tesoro? En su feliz descuido adolescente ¿derramaste el óleo? ¿Qué misterio fue el tuyo, instante puro, silencioso elegido de los días? Pues ellos van tornándose borrosos y tú te quedas como estrella fija con potencia mayor de eternidad. 5 Y cuando el tiempo torna impuro un rostro, una vida que amamos en su hora cierta de dar, por siempre más reales que su verdad presente, lo veremos cuando lo rodeaba aquella lumbre, cuando el tiempo era apenas un fragmento de un cuerpo más espléndido, invisible. Todo hombre es el guardián de algo perdido. Algo que sólo él sabe, sólo ha visto. Y ese enterrado mundo, ese misterio de nuestra juventud, lo defendemos como una fantástica esperanza. 6 Y lo real es lo que aún no ha sido! Toda apariencia es una misteriosa aparición. En la rama de otoño no acaba el fruto sino en la velada promesa de ser siempre que su intacta forma ofreció un momento a nuestra dicha. Pues toda plenitud es la promesa espléndida de la muerte, y la visitación del ángel en el rostro del más joven que todos sabíamos que se iría antes pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna. 7 A aquel vago delirio de la sala traías el portal azul del pueblo de tu niñez, en tu silencio abríase una lejana cena misteriosa. Cayó el espeso velo de los ojos y al que aguardó toda la noche abrimos. Partía el pan con un manto de nieve. Con las espaldas del pastor huiste, cuando volviste el rostro era la noche, todo había cambiado y sin embargo en la granja dormían tranquilas las ovejas. 8 ¿No sentías que ardía tu corazón cuando nos hablaba de las Escrituras? (Los peregrinos de Enmaús) Huésped me fue palabra misteriosa. Huésped es el que viene de muy lejos, de algún pueblo que nunca habremos visto. Huésped es el que viene por la noche, toca la aldaba de la puerta y todo el umbral resplandece como nieve. Huésped es quien se sienta a nuestra mesa sólo por una noche, y no se acierta sino ya a oír lo que su boca dijo. Huésped es el que alegra con su rostro, y alumbra con sus manos nuestro pan, y no logramos recordar su nombre. Huésped es el que ha de partir, al alba. 9 There is a wind where the rose was. Walter de la Mere Oh vosotras, lámparas del otoño, más fragante que todos los estíos! ¿Por qué ha de ser aquel que devenimos con el tiempo, más real, menos efímero, que aquel que fuimos a tus luces pálidas? ¿Por qué el polvo desierto, la agonía junto a las armas bellas, quedan sólo del resplandor de la victoria? Lejano es todo vencimiento. En otro espacio sucede, más allá del moribundo rostro que hunde la gloria y deja ciego junto al viento que lleva las banderas espléndidas que huyen. Fiera es toda victoria. 10 Amigo, el que yo más amaba, venid a la luz del alba. Cómo ha cambiado el tiempo aquella fija mirada inteligente que una extraña ternura, como un sol, desdibujaba! La música de lo posible rodeaba tu rostro, como un ladrón el tiempo llevó sólo el despojo, en nuestra fiel ternura te cumplías como en lo ardido el fuego, y no en la lívida ceniza, acaba. Y donde ven los otros la arruga del escarnio, te tocamos el traje adolescente, casi nieve infantil a la mano, pues que sólo nuestro fue el privilegio de mirarte con el rostro de tu resurrección. 11 Since I have walk'd with you through shady lanes... Keats ¿Quién no conoce ese sendero en sombras, ese continuo hablar, interrumpiéndose el uno al otro amigo, en el gozoso diálogo hasta la puerta de la casa, servida ya la cena? ¿Quién no escucha las nocturnas pisadas en la acera tornarse más opacas al cruzar por la yerba que nos trae al amigo, al bien llegado? ¿A quién, ya tarde, no le cuesta mucho despedirse y murmura generosos deseos, inexplicables dichas, bajo los fríos astros? 12 ...qui laetificat juventutem meam... Sólo vosotras, bestias, claros árboles, podéis seguir! Mas, eterno es el hombre. Salvaje privilegio de la muerte, heredad sólo nuestra, mientras derrama el astro su luz sobreviviente sobre ese rostro altivo de ser fugaz, junto a los ciclos fijos, y ese verdor, eterno! Se fue yendo la gloria de los rostros más amados, y tornamos, como ola ciega, al tiempo del cuerpo incorruptible que esperaste y no pudimos retener, llorando en la perdida lámpara, las voces, lo que encuentro creímos y es partida. Oh lo real, el mundo en el misterio de nuestra juventud, que nos aguarda! Nos ha sido prometida su alegría. Nos ha sido prometido su retorno. Eres lo que retorna, oh siempre lo supimos. Pero no como ahora, amigo mío. A AQUEL VAGO DELIRIO DE LA TARDE A aquel vago delirio de la sala traías el portal azul del pueblo de tu niñez, en tu silencio abríase una lejana cena misteriosa. Cayó el espeso velo de los ojos y al que aguardó toda la noche abrimos. Partía el pan con un manto de nieve. Con las espaldas del pastor huiste, cuando volviste el rostro era la noche, todo había cambiado y sin embargo en la granja dormían tranquilas las ovejas. AL DESPERTAR Al despertar uno se vuelve al que era al que tiene el nombre con que nos llaman, al despertar uno se vuelve seguro, sin pérdida, al uno mismo al uno solo recordando lo que olvidan el tigre la paloma en su dulce despertar. CINE MUDO No es que le falte el sonido, es que tiene el silencio. CÓMO HA CAMBIADO EL TIEMPO Amigo, el que yo más amaba, venid a la luz del alba Cómo ha cambiado el tiempo aquella fija mirada inteligente que una extraña ternura, como un sol, desdibujaba! La música de lo posible rodeaba tu rostro, como un ladrón el tiempo llevó sólo el despojo, en nuestra fiel ternura te cumplías como en lo ardido el fuego, y no en la lívida ceniza, acaba. Y donde ven los otros la arruga del escarnio, te tocamos el traje adolescente, casi nieve infantil a la mano, pues que sólo nuestro fue el privilegio de mirarte con el rostro de tu resurrección. CUANDO EL TIEMPO YA ES IDO... Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna como a la casa de la infancia, a algunos días, rostros, sucesos que supieron recorrer el camino de nuestro corazón. Vuelven de nuevo los cansados pasos cada vez más sencillos y más lentos, al mismo día, el mismo amigo, el mismo viejo sol. Y queremos contar la maravilla ciega para los otros, a nuestros ojos clara, en donde la memoria ha detenido como un pintor, un gesto de la mano, una sonrisa, un modo breve de saludar. Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable, los ojos no comprenden, la mano ya no toca el alimento innombrable, lo real. DEL TIEMPO LARGO A veces, en raros instantes, se abre, talud real y enorme, el tiempo transcurrido. Y no es entonces breve el tiempo. Como el pájaro al elevarse abarca con sus alas un diminuto pueblo o costerío, la inmensidad de lo vivido arrecia, y se mira remoto el ayer próximo, en que el pico ávido bajaba en busca de alimento. ¡Qué eternidad de soles ya vividos! ¡Y qué completa ausencia de nostalgia! Para crecer se vive. Para nacer de nuevo y rehacer la mala copia original. Para crecer, se sufre. No se quiere volver atrás, ni tan siquiera al tiempo rumoreante de la juventud. Que no para que el rostro luzca lozano y terso se ha vivido. No para atraer por siempre con el fuego de la mirada, no con el alma en vilo, por siempre se ha de estar. De cierto modo la juventud es también como una cierta decrepitud: un ser informe, larva, debatíase, qué peligrosamente amenazado. Se vivió. se salió, quién sabe cómo, del hueco, de la trampa: valió el otro del bosque de la vida, el pleno encanto de los claros del sol entre lo umbrío para pagar su precio: lo tanto costó poco; poco el sufrir inmenso para esta dádiva: al rostro orne la arruga como el pecho la cinta coloreada de un guerrero o como al niño la medalla premia por la humilde labor. Como el avaro el peso de un tesoro, encorva la espalda anciana el peso del vivir. Mas ya, arriba, a la salida, ya, se mira hacia atrás sonriendo, renacido, como agrietada cáscara el polluelo, ya se van desligando las amarras, del extraño navío, y como novio trémulo locamente lo incierto hace señales. costó dolor, muerte costó, la vida. Y al tiempo, breve o largo, siempre corto, como el relámpago del amor, se le mira ya sin recelo ni amargura como a las heridas de la mano, en el arduo aprender de su oficio, contempla el aprendiz. Bella es toda partida. EL QUE SOLÍA VISITARNOS... El que solía visitarnos, el que era de todos más amado, suave vuelve a la sala sencilla, cada día más real y más leve, ya de humo. ¿Cuándo tocó la puerta? No podemos recordarlo. Estaba allí, estaba! Y no se irá jamás ni puede irse. No nos trae la memoria las palabras del adiós. Sólo podrá volverse por la puerta de un ruido, de un llamado de ese mundo que borra, ignora y vence. HUÉSPED ME FUE PALABRA MISTERIOSA... ¿No sentías que ardía tu corazón cuando nos hablaba de las Escrituras? Los peregrinos de Enmaús Huésped me fue palabra misteriosa. Huésped es el que viene de muy lejos, de algún pueblo que nunca habremos visto. Huésped es el que viene por la noche, toca la aldaba de la puerta y todo el umbral resplandece como nieve. Huésped es quien se sienta a nuestra mesa sólo por una noche, y no se acierta sino ya a oír lo que su boca dijo. Huésped es el que alegra con su rostro, y alumbra con sus manos nuestro pan, y no logramos recordar su nombre. Huésped es el que ha de partir, al alba. ITALIA En Roma, la Madona. En Florencia, la Doncella. La Pasión, en Venecia. Amica mea. LA PIETÀ DE MIGUEL ANGEL A Dinorah Ay, es como una luna, esos delgados miembros sostenidos por la madre, ahora poderosa, más allá del dolor. La mano sosteniéndolo la arruga levemente la piel bajo los hombros. La otra, de reina, parece que mendiga. No llora ya: ofrece al Hijo que quisiera mecer, a su pequeño inmenso que quiso lo inaudito. Ay, es como la fina luna menguante. ¡OH VOSOTRAS, LÁMPARAS DE OTOÑO! Here is a wind where the rose was Walter de la Mere Oh vosotras, lámparas del otoño, más fragante que todos los estíos! ¿Por qué ha de ser aquel que devenimos con el tiempo, más real, menos efímero, que aquel que fuimos a tus luces pálidas? ¿Por qué el polvo desierto, la agonía junto a las armas bellas, quedan sólo del resplandor de la victoria? Lejano es todo vencimiento. En otro espacio sucede, más allá del moribundo rostro que hunde la gloria y deja ciego junto al viento que lleva las banderas espléndidas que huyen. Fiera es toda victoria. QUÉ CAPRICHOSA Y EXQUISITA MANO ¿Qué caprichosa y exquisita mano trazó, eligió ese gesto perdurable, lo sacó de su nada, como un dios, para alumbrar por siempre otra alegría? ¿Participabas tú del dar eterno que dejaste la mano humilde llena del tesoro? En su feliz descuido adolescente ¿derramaste el óleo? ¿Qué misterio fue el tuyo, instante puro, silencioso elegido de los días? Pues ellos van tornándose borrosos y tú te quedas como estrella fija con potencia mayor de eternidad. ¿QUIÉN NO CONOCE ESE SENDERO EN SOMBRAS? Since I haye walk'd with you through shady lanes... Keats ¿Quién no conoce ese sendero en sombras, ese continuo hablar, interrumpiéndose el uno al otro amigo, en el gozoso diálogo hasta la puerta de la casa, servida ya la cena? ¿Quién no escucha las nocturnas pisadas en la acera tornarse más opacas al cruzar por la yerba que nos trae al amigo, al bien llegado? ¿A quién, ya tarde, no le cuesta mucho despedirse y murmura generosos deseos, inexplicables dichas, bajo los fríos astros? RETRATO DE UNA VIRGEN Ella no sabe bien lo que ha pasado. Él era su amigo, y ahora le ha dicho adiós. ¡Ella que lo veía como el padre, el esposo que iba a ser! Ahora pasea con otra, van riendo. Ella no entiende pero se ha quedado quieta, como quien espera una orden, o como el agua antes de recoger la imagen del rostro amado. No se ha entregado al llanto. No tiene una alborotada imaginación. Sigue yendo a sus clases. Cuida cosas pequeñas: las libretas, la raya en el orden, igual que el pelo al levantarse. Hace lo mismo que antes, sólo un poco más triste. La luz que la abandona la dibuja un momento. No sabe que está sola. Ese ignorar la guarda. SABORES Es una trattoria de callecita apartada en nuestra primera noche de Roma. Barre el portal un niño de Amicis. Anota el padre la orden, la madre, al fondo, cocina. Consuela la minestrona de frío y fiebre. Entramos al corazón de la familia. UNA CARA, UN RUMOR, UN FIEL INSTANTE... Una cara, un rumor, un fiel instante ensordecen de pronto lo que miro y por primera vez entonces vivo el tiempo que ha quedado ya distante. Es como un lento y perezoso amante que siempre llega tarde el tiempo mío, y por lluvia o dorado y suave hastío suma nocturnos lilas deslumbrantes. Y me devuelve una mansión callada, parejas de suavísimos danzantes, los dedos artesanos del abismo. Y me contemplo ciega y extasiada a la mágica luz interrogante de un sonido que es otro y que es el mismo. UNO VUELVE A SUBIR LAS ESCALERAS... Uno vuelve a subir las escaleras de su casa perdida (ya no llevan a ningún sitio), alguien nos llama con una voz querida, familiar. Pero ya no hace falta contestarle. La voz sola nos llama, suficiente, cual si nada pudiera hacerle daño, en el pasillo inmenso. Una lluvia que no puede mojarnos, no se cansa de rodear un día preferido. Uno toca la puerta de la casa que le fue deparada a nuestras manos mortales, como un tímido consuelo.


Y CUANDO EL TIEMPO TORNA IMPURO UN ROSTRO... Y cuando el tiempo torna impuro un rostro, una vida que amamos en su hora cierta de dar, por siempre más reales que su verdad presente, lo veremos cuando lo rodeaba aquella lumbre, cuando el tiempo era apenas un fragmento de un cuerpo más espléndido, invisible. Todo hombre es el guardián de algo perdido. Algo que sólo él sabe, sólo ha visto. Y ese enterrado mundo, ese misterio de nuestra juventud, lo defendemos como una fantástica esperanza.

Y LO REAL ES LO QUE AÚN NO HA SIDO... Y lo real es lo que aún no ha sido! Toda apariencia es una misteriosa aparición. En la rama de otoño no acaba el fruto sino en la velada promesa de ser siempre que su intacta forma ofreció un momento a nuestra dicha. Pues toda plenitud es la promesa espléndida de la muerte, y la visitación del ángel en el rostro del más joven que todos sabíamos que se iría antes pues escogía el Deseo su sonrisa nocturna. Con una súbita vehemencia (Canción de Candilejas) Como irrumpen atropelladas, sin medida, las razones de un hombre tímido, se agolpan esas cuatro o cinco notas primeras, se contraen un instante inmedible, y luego se remansan, persuasivas como una declaración de amor, que se fuera tornando una rara despedida. En vano intentan copiar esa tonada los rutinarios músicos. Ellos repiten las mismas notas pero entrando en un pausado ritmo regular que las vuelve banales, diluidas, sin esos silencios que se retardan, sin esos cortes bruscos, esos envalentonamientos adorables, de viejo mimo que recuerda la emoción del telón al descorrerse como aquel que sale de un largo silencio, e ilusionado con la amistad de la nieve tardía y la primera hoja verde, se decide, y rompe al fin a hablar, con una súbita vehemencia. |