soledades / mario benedetti



Soledades


Ellos tienen razón

esa felicidad

al menos con mayúscula

no existe

ah pero si existiera con minúscula

sería semejante a nuestra breve

presoledad

después de la alegría viene la soledad

después de la plenitud viene la soledad

después del amor viene la soledad

ya sé que es una pobre deformación

pero lo cierto es que en ese durable minuto

uno se siente

solo en el mundo

sin asideros

sin pretextos

sin abrazos

sin rencores

sin las cosas que unen o separan

y en esa sola manera de estar solo

ni siquiera uno se apiada de uno mismo

los datos objetivos son como sigue

hay diez centímetros de silencio

entre tus manos y mis manos

una frontera de palabras no dichas

entre tus labios y mis labios

y algo que brilla así de triste

entre tus ojos y mis ojos

claro que la soledad no viene sola

si se mira por sobre el hombro mustio

de nuestras soledades

se verá un largo y compacto imposible

un sencillo respeto por terceros o cuartos

ese percance de ser buena gente

después de la alegría

después de la plenitud

después del amor

viene la soledad

conforme

pero

qué vendrá después

de la soledad

a veces no me siento

tan solo

si imagino

mejor dicho si sé

que más allá de mi soledad

y de la tuya

otra vez estás vos

aunque sea preguntándote a solas

qué vendrá después

de la soledad.

domingo, 19 de septiembre de 2010

prometimos no llorar...



la primera parte está en http://kanaku-yaku.blogspot.com/

él terminó la carta así:

"Sé que te gustan los poemas, así que ahí va un pequeño verso/poema/whatever dedicado a ti:

Es verdad que la luz de tu sol no alumbra mi vida
Pero su tenue resplandor alegra mi día
Es cierto que el motor de tu alma no tiene calma
Y a veces pueda parecer muy intenso
Pero cuando el mismo desaparece
Parecería que mi mañana de pronto anochece
Agradezco a las circunstancias de la vida que te guiaron hacia mi
Porque tu influencia me hizo de alguna forma crecer
Tal vez no hayas llegado a ser el centro de mi corazón
Pero me ayudaste a distraer mi desazón


Sonríe, es un lindo día
Miguel Angel"

sábado, 4 de septiembre de 2010

me gustaría / gian franco


Me gustaría gritarlo... A los cuatro vientos,
por los siete mares,
por los cinco continentes,
Cuánto te amo.
Quisiera contarle al primero que pasa,
lo que me está pasando,
lo que siento por ti.
Me gustaría escribirlo en la corteza de los árboles,
en los muros de los edificios,
en las veredas de las ciudades más transitadas,
en el viento, en el agua,
en el aire húmedo de la noche,
en los vidrios empañados de los autos,
en las mesas de los bares.
en los pizarrones de todas las escuelas,
en los cuadernos de los alumnos.
Me gustaría publicarlo en los diarios,
difundirlo por la radio,
publicitarlo en la televisión, en los afiches,
en los folletos turísticos,
en las marquesinas de todos los teatros,
y de todos los cines.
Quisiera que el mundo entero supiese
cuánto te amo.

Tanto amor no puede ser anónimo,
tiene nombre y apellido,
tiene cosas que decir,
y canciones que cantar,
no se merece vivir a la sombra,
amarse en silencio,
viajar de polizón.
Este amor escondido
algún día saldrá a la luz del día
y ese día, amor mío...
Todas las mañanas serán tuyas,
te lo prometo y te lo firmo,
confía en mí, amante mía.
Y te llevaré por los caminos
como una bandera al viento.
Pero ahora no... No puedo,
tengo miedo... Y tú sabes por qué.

miércoles, 4 de agosto de 2010

tu primera vez /dimacan


TU PRIMERA VEZ
SE LLEVÓ
MI ÚLTIMA GOTA DE HOMBRÍA

ME VOLVISTE
VITAL
SIN TIEMPO
MAS LIBRE QUE EL DESEO
MENOS ESCLAVO QUE LA PROVIDENCIA

SIN MAS NI MAS
TE QUEDASTE

A HOJEAR MIS DÍAS CON TUS GUIÑOS
A LLENAR MI AGENDA
CON TU BOLÍGRAFO

SIN DARTE CUENTA
PERDISTE EL BOLETO DE VUELTA

Y CUANDO QUISISTE RETORNAR

ME LLEVASTE CONTIGO HACIA EL MAÑANA
ME GUARDASTE EN TU DIARIO

TE QUEDASTE CON EL CAMBIO
DE MI PRIMERA VEZ

TE QUEDASTE
CONMIGO ...

**********************

Dimacan nace en el ombligo de la tierra, el punto más cercano al sol. Desde los albores demuestra cualidades literarias interesantes, dentro de la poesía y el periodismo. Integrante del taller literario "Sacapuntas" en primera instancia articulista de diarios riobambeños, él, es convincente al manifestar que todo ser humano es naturalmente poeta por soñar durante el estado de vigilia y por crear vida con la luz del sol.

. . . Dimacan es el gitano del edén, sus huellas han sido fructíferas, cada texto interminable.

lunes, 5 de julio de 2010

tu vives / pedro salinas

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

Me basta así. Ángel González



Un Ángel (González) menos dos alas

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-;
.................................................entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo, mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
.
(Escucho tu silencio.
....................................Oigo
constelaciones: existes.
....................................Creo en ti.
................................................Eres.
.......................................................Me basta.)

Cerrar los ojos para oír susurros / Juan Alonso




Algo pasa en los estadios
algo dice el diario
algo compran
mientras se oyen nítidas
las gotas con que se deshiela un glaciar
las palas cavando tumbas para niños lejanos
las bombas y gritos del otro lado del mar
las hojas de bosque en las llamas
las palabras que proponen cómo será la humanidad solidaria
Ellos decidieron tapiar sus oídos para sentir el micromundo invisible,
les duele que en un lugar inencontrable un ofidio respire agónico por el hombre
pero les exalta que vuelve aún silenciosa la historia que quedó pendiente

el mundial / silvaa melo

Silvana Melo

Se me ocurre un mundial en serio. Mundial mundial, con patas sucias globales empujando con tres dedos una pelota de lo que sea. Trapo, plástico rajado o bolsita con paloma adentro. Que vuele hasta donde uno quiera o sueñe o alcancen los ojos y el alma.

Sueño con un mundial planetario donde 72 millones de jugadores niños que son pobres, que no van a la escuela, que están apretados contra las fronteras del mundo, armen potreros en todos los rincones de la tierra. En las madrigueras de los traficantes, en los trenes de los proxenetas, en los albañales de los tratantes de personas, en los sótanos de los mercaderes de las armas, en los rascacielos de los dueños de todo, en las billeteras de los señores y señoras de la caridad, en los monocultivos de los terratenientes.

72 millones de pibes africanos, asiáticos, americanos y solos, panzones en su delgadez amarilla, nidos de moscas en su tropicalidad sin agua, enfermos en las calles de la salud para pocos, haciendo corazón de las tripas para comer galletas de barro porque no hay ni lentejas en Haití. Todos pateando la pelota de diarios viejos con noticias de sangre hechos bollo y cabeceada con la ayuda del piojerío saltarín y endémico.

Se me hace que debe ser posible un mundial con 25 pibes que no se mueran diariamente por el hambre en la Argentina y que son una lista de 23 más dos y que le ganen a cualquiera. Una lista de 23 más dos donde la rabona sea posible con huesitos que no se fracturen por falta de calcio.

Donde los gemelos no se desgarren porque la teta materna no tenía nutrientes. Donde el diez no se doble de dolor porque el agua está contaminada o no está y la panza se retuerce por la escherichia coli y los bichos asociados porque la comida si estuvo no fue a la heladera, artículo suntuoso si los hay.

Un mundial sin LCD ni piernas que valen millones ni jugadores potentados llegados de países paupérrimos ni negocios espurios alrededor del más bello juego ni elegidos por privilegio celestial para estar en la cima tan alto sin ver a los condenados masivos por un anatema también celestial.

Imagino potreros sagrados en el Chaco toba y despreciado, en la Formosa cúspide de la pobreza argentina, sueño con pibes de gorrita y faso que se sacudan la penitencia pre-uterina y la punición pre-delictual y echen a volar la paloma del pecho y salgan a hacer milagros por Fiorito. Sin gigantografías que tapen la tragedia ni merchandising de la FIFA ni bongoes de mentira de la Coca Cola.

Quiero una banda de pibes morenos y de los márgenes que aparezcan desde abajo de las tierras y le roben a pelota a Cristiano Ronaldo y a Messi y a Rooney y les pinten la cara a los dueños del mundo con un gol de chilena a las puertas del cielo.

Esos serán los héroes de los tiempos que se devoren a los monstruos ruines de la injusticia. Esos, los que se traigan de los subsuelos del mundo la copa dorada de pan crujiente. Que se multiplicará como en la cesta de los tiempos, para que no falte nunca más. Ni el pan de la copa dorada. Ni la ternura del trapo redondo que los tres dedos sucios y descalzos clavan maravillosamente en el ángulo izquierdo del mundo.

domingo, 4 de julio de 2010

Donde habite el olvido / Luis Cernuda


Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea
mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño
a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

viernes, 18 de junio de 2010

profesión de fe / eduardo galeano


sí, sí, por lastimado y jodido que uno esté, siempre puede uno encontrar contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar del mundo... y cada vez que eso ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que es algo en la infinita soledad del universo: algo más que una ridícula mota de polvo, algo más que un fugaz momentito.....

martes, 25 de mayo de 2010

las huellas digitales / eduardo galeano


yo nací y crecí bajo las estrellas de la Cruz del Sur.. vaya donde vaya, ellas me persiguen.... bajo la cruz el sur, cruz de fulgores, yo voy viviendo las estaciones de mi suerte....

no tengo ningún dios...si lo tuviera, le pediría que no me deje llegar a la muerte: no todavía.... mucho me falta andar... hay lunes a las que todavía no ladré y soles en los que todavía no me incendié...todavía no me sumergí en todos los mares de este mundo,q ue dicen que son siete, ni en todos los ríos del Paraíso, que dicen que son cuatro....

en montevideo, hay un niño que explica: "yo no quiero morirme nunca, porque quiero jugar siempre!...."

poesía Juan Larrea Celayeta



(Bilbao, España, 1895 - Córdoba, Argentina, 1980)



Espinas cuando nieva

En un huerto de Fray Luis


Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra

cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra

alócame de alas de mármol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas



Poder poder al fin hallar bajo mi sonrisa la estatua

de una tarde de sol los gestos a flor de agua

los ojos a flor de invierno



Tú que en la alcoba del viento estás velando

la inocencia de depender de la hermosura volandera

que se traiciona en el ardor con que las hojas se vuelven hacia el pecho mas débil



Tú que asumes luz y abismo al borde esta carne

que cae hasta mis pies como una viveza herida



Tú que en selvas de error andas perdida



Supón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha




Razón



Sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor, poema

es esto

y esto

y esto

Y esto que llega a mí en calidad de inocencia hoy,

que existe

porque existo

y porque el mundo existe

y porque los tres podemos dejar correctamente de existir


viernes, 21 de mayo de 2010

poesía de Pedro Salinas Serrano



(Madrid, 27 de noviembre 1891 - Boston, 4 de diciembre 1951)



PRESAGIOS



Cuánto rato te he mirado

sin mirarte a ti, en la imagen

exacta e inaccesible

que te traiciona el espejo!

«Bésame», dices. Te beso,

y mientras te beso pienso

en lo fríos que serán

tus labios en el espejo.

«Toda el alma para ti»,

murmuras, pero en el pecho

siento un vacío que sólo

me lo llenará ese alma

que no me das.

El alma que se recata

con disfraz de claridades

en tu forma del espejo.



NO TE DETENGAS NUNCA



No te detengas nunca

cuando quieras buscarme.

Si ves muros de agua,

anchos fosos de aire,

setos de piedra o tiempo,

guardia de voces, pasa.

Te espero con un ser

que no espera a los otros:

en donde yo te espero

sólo tú cabes. Nadie

puede encontrarse

allí conmigo sino

el cuerpo que te lleva,

como un milagro, en vilo.

Intacto, inajenable,

un gran espacio blanco,

azul, en mí, no acepta

más que los vuelos tuyos,

los pasos de tus pies;

no se verán en él

otras huellas jamás.

Si alguna vez me miras

como preso encerrado,

detrás de puertas,

entre cosas ajenas,

piensa en las torres altas,

en las trémulas cimas

del árbol, arraigado.

las almas de las piedras

que abajo están sirviendo

aguardan en la punta

última de la torre.

Y ellos, pájaros, nubes,

no se engañan: dejando

que por abajo pisen

los hombres y los días,

se van arriba,

a la cima del árbol

al tope de la torre,

seguros de que allí,

en las fronteras últimas

de su ser terrenal

es donde se consuman

los amores alegres,

las solitarias citas

de la carne y las alas.





CUANDO TÚ ME ELEGISTE



Cuando tú me elegiste

-el amor eligió-

salí del gran anónimo

de todos, de la nada.

Hasta entonces

nunca era yo más alto

que las sierras del mundo.

Nunca bajé más hondo

de las profundidades

máximas señaladas

en las cartas marinas.

Y mi alegría estaba

triste, como lo están

esos relojes chicos,

sin brazo en que ceñirse

y sin cuerda, parados.

Pero al decirme: “tú”

a mí, sí, a mí, entre todos-,

más alto ya que estrellas

o corales estuve.

Y mi gozo

se echó a rodar, prendido

a tu ser, en tu pulso.

Posesión tú me dabas

de mí, al dárteme tú.

Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?

Sé que te volverás

atrás. Cuando te vayas

retornaré a ese sordo

mundo, sin diferencias,

del gramo, de la gota,

en el agua, en el peso.

Uno más seré yo

al tenerte de menos.

Y perderé mi nombre,

mi edad, mis señas, todo

perdido en mí, de mí.

Vuelto al osario inmenso

de los que no se han muerto

y ya no tienen nada

que morirse en la vida.



SIN VOZ, DESNUDA



Sin armas. Ni las dulces

sonrisas, ni las llamas

rápidas de la ira.

Sin armas. Ni las dulces

sonrisas, ni las llamas

rápidas de la ira.

Sin armas. Ni las aguas

de la bondad sin fondo,

ni la perfidia, corvo pico.

Nada. Sin armas. Sola.

Ceñida en tu silencio.

«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»

quiebran agudas puntas

de inútiles saetas

en tu silencio liso

sin derrota ni gloria.

¡Cuidado! que te mata

-fría, invencible, eterna-

eso, lo que te guarda,

eso, lo que te salva,

el filo del silencio que tú aguzas.




QUE SE APAGUEN LAS LUMBRES



¡Que se apaguen las lumbres,

que se paren los labios,

que las voces no digan

ya más: «Te quiero» ¡Que

un gran silencio reine,

una quietud redonda,

y se evite el desastre

que unos labios buscándose

traerían a esta suma

de aciertos que es la tierra!

Que apenas la mirada,

lo que hay más inocente

en el cuerpo del hombre,

se quede conservándole

al amor su futuro,

en esa leve estrella

que los ojos albergan

y que por ser tan pura

no puede romper nada.



Tan débil está el mundo

-cendales o cristales-que

hay que moverse en él

como en las ilusiones,

donde un amor se puede

morir si hacemos ruido.

Sólo

una trémula espera,

un respirar secreto,

una fe sin señales,

van a poder salvar

hoy,

la gran fragilidad

de este mundo.



Y la nuestra.

poesía de Luis Cernuda



(Sevilla, 21 de septiembre de 1902 - México, 5 de noviembre de 1963)




A UN POETA MUERTO

(F.G.L.)



Así como en la roca nunca vemos

La clara flor abrirse,

Entre un pueblo hosco y duro

No brilla hermosamente

El fresco y alto ornato de la vida.

Por esto te mataron, porque eras

Verdor en nuestra tierra árida

Y azul en nuestro oscuro aire.



Leve es la parte de la vida

Que como dioses rescatan los poetas.

El odio y destrucción perduran siempre

Sordamente en la entraña

Toda hiel sempiterna del español terrible,

Que acecha lo cimero

Con su piedra en la mano.



Triste sino nacer

Con algún don ilustre

Aquí, donde los hombres

En su miseria sólo saben

El insulto, la mofa, el recelo profundo

Ante aquel que ilumina las palabras opacas

Por el oculto fuego originario.



La sal de nuestro mundo eras,

Vivo estabas como un rayo de sol,

Y ya es tan sólo tu recuerdo

Quien yerra y pasa, acariciando

El muro de los cuerpos

Con el dejo de las adormideras

Que nuestros predecesores ingirieron

A orillas del olvido.



Si tu ángel acude a la memoria,

Sombras son estos hombres

Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;

La muerte se diría

Más viva que la vida

Porque tú estás con ella,

Pasado el arco de tu vasto imperio,

Poblándola de pájaros y hojas

Con tu gracia y tu juventud incomparables.



Aquí la primavera luce ahora.

Mira los radiantes mancebos

Que vivo tanto amaste

Efímeros pasar junto al fulgor del mar.

Desnudos cuerpos bellos que se llevan

Tras de sí los deseos

Con su exquisita forma, y sólo encierran

Amargo zumo, que no alberga su espíritu

Un destello de amor ni de alto pensamiento.



Igual todo prosigue,

Como entonces, tan mágico,

Que parece imposible

La sombra en que has caído.

Mas un inmenso afán oculto advierte

Que su ignoto aguijón tan sólo puede

Aplacarse en nosotros con la muerte,

Como el afán del agua,

A quien no basta esculpirse en las olas,

Sino perderse anónima

En los limbos del mar.



Pero antes no sabías

La realidad más honda de este mundo:

El odio, el triste odio de los hombres,

Que en ti señalar quiso

Por el acero horrible su victoria,

Con tu angustia postrera

Bajo la luz tranquila de Granada,

Distante entre cipreses y laureles,

Y entre tus propias gentes

Y por las mismas manos

Que un día servilmente te halagaran.



Para el poeta la muerte es la victoria;

Un viento demoníaco le impulsa por la vida,

Y si una fuerza ciega

Sin comprensión de amor

Transforma por un crimen

A ti, cantor, en héroe,

Contempla en cambio, hermano,

Cómo entre la tristeza y el desdén

Un poder más magnánimo permite a tus amigos

En un rincón pudrirse libremente.



Tenga tu sombra paz,

Busque otros valles,

Un río donde del viento

Se lleve los sonidos entre juncos

Y lirios y el encanto

Tan viejo de las aguas elocuentes,

En donde el eco como la gloria humana ruede,

Como ella de remoto,

Ajeno como ella y tan estéril.



Halle tu gran afán enajenado

El puro amor de un dios adolescente

Entre el verdor de las rosas eternas;

Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,

Tras de tanto dolor y dejamiento,

Con su propia grandeza nos advierte

De alguna mente creadora inmensa,

Que concibe al poeta cual lengua de su gloria

Y luego le consuela a través de la muerte.




LOS FANTASMAS DEL DESEO



A Bernabé Fernández-Canivell



Yo no te conocía, tierra;

con los ojos inertes, la mano aleteante,

lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,

aunque, alentar juvenil, sintiera a veces

un tumulto sediento de postrarse,

como huracán henchido aquí en el pecho;

ignorándote, tierra mía,

ignorando tu alentar, huracán o tumulto,

idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy

a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.



Bien sé ahora que tú eres

quien me dicta esta forma y este ansia;

sé al fin que el mar esbelto,

la enamorada luz, los niños sonrientes,

no son sino tú misma;

que los vivos, los muertos,

el placer y la pena,

la soledad, la amistad,

la miseria, el poderoso estúpido,

el hombre enamorado, el canalla,

son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;

mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,

para llevar tu afán que nada satisface.



El amor no tiene esta o aquella forma,

no puede detenerse en criatura alguna;

todas son por igual viles y soñadoras.

Placer que nunca muere

beso que nunca muere,

sólo en ti misma encuentro, tierra mía.

Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,

rizosos o lánguidos como una primavera,

sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos

que tanto he amado inútilmente,

no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,

en la tierra que aguarda, aguarda siempre

con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.



Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes

este mundo divino que ahora es mío,

mío como lo soy yo mismo,

como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,

como la arena, que al besarla los labios

finge otros labios, dúctiles al deseo,

hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.



Como la arena, tierra,

como la arena misma,

la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.

Tú sola quedas con el deseo,

con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,

sino el deseo de todos,

malvados, inocentes,

enamorados o canallas.



Tierra, tierra y deseo.

Una forma perdida.




QUISIERA ESTAR SOLO EN EL SUR



Quizá mis lentos ojos no verán más el sur

de ligeros paisajes dormidos en el aire,

con cuerpos a la sombra de ramas como flores

o huyendo en un galope de caballos furiosos.



El sur es un desierto que llora mientras canta,

y esa voz no se extingue como pájaro muerto;

hacia el mar encamina sus deseos amargos

abriendo un eco débil que vive lentamente.



En el sur tan distante quiero estar confundido.

La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta;

su niebla misma ríe, risa blanca en el viento.

Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.


PAÍS



Tus ojos son de donde

la nieve no ha manchado

la luz, y entre las palmas

el aire

invisible es de claro.



Tu deseo es de donde

a los cuerpos se alía

lo animal con la gracia

secreta

de mirada y sonrisa.



Tu existir es de donde

percibe el pensamiento,

por la arena de mares

amigos,

la eternidad en tiempo.





QUÉ RUIDO TAN TRISTE



Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,

parece como el viento que se mece en otoño

sobre adolescentes mutilados,

mientras las manos llueven,

manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,

cataratas de manos que fueron un día

flores en el jardín de un diminuto bolsillo.



Las flores son arena y los niños son hojas,

y su leve ruido es amable al oído

cuando ríen, cuando aman, cuando besan,

cuando besan el fondo

de un hombre joven y cansado

porque antaño soñó mucho día y noche.



Mas los niños no saben,

ni tampoco las manos llueven como dicen;

así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,

invoca los bolsillos que abandonan arena,

arena de las flores,

para que un día decoren su semblante de muerto.



poesía de Miguel Hernández Gilabert


ELEGÍA PRIMERA



Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,

y en traje de cañón, las parameras

donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,

y llueve sal, y esparce calaveras.



Verdura de las eras,

¿qué tiempo prevalece la alegría?

El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas

y hace brotar la sombra más sombría.



El dolor y su manto

vienen una vez más a nuestro encuentro.

Y una vez más al callejón del llanto

lluviosamente entro.



Siempre me veo dentro

de esta sombra de acíbar revocada,

amasado con ojos y bordones,

que un candil de agonía tiene puesto a la entrada

y un rabioso collar de corazones.



Llorar dentro de un pozo,

en la misma raíz desconsolada

del agua, del sollozo,

del corazón quisiera:

donde nadie me viera la voz ni la mirada,

ni restos de mis lágrimas me viera.



Entro despacio, se me cae la frente

despacio, el corazón se me desgarra

despacio, y despaciosa y negramente

vuelvo a llorar al pie de una guitarra.



Entre todos los muertos de elegía,

sin olvidar el eco de ninguno,

por haber resonado más en el alma mía,

la mano de mi llanto escoge uno.



Federico García

hasta ayer se llamó: polvo se llama.

Ayer tuvo un espacio bajo el día

que hoy el hoyo le da bajo la grama.



¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!

Tu agitada alegría,

que agitaba columnas y alfileres,

de tus dientes arrancas y sacudes,

y ya te pones triste, y sólo quieres

ya el paraíso de los ataúdes.



Vestido de esqueleto,

durmiéndote de plomo,

de indiferencia armado y de respeto,

te veo entre tus cejas si me asomo.



Se ha llevado tu vida de palomo,

que ceñía de espuma

y de arrullos el cielo y las ventanas,

como un raudal de pluma

el viento que se lleva las semanas.



Primo de las manzanas,

no podrá con tu savia la carcoma,

no podrá con tu muerte la lengua del gusano,

y para dar salud fiera a su poma

elegirá tus huesos el manzano.



Cegado el manantial de tu saliva,

hijo de la paloma,

nieto del ruiseñor y de la oliva:

serás, mientras la tierra vaya y vuelva,

esposo siempre de la siempreviva,

estiércol padre de la madreselva.



¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,

pero qué injustamente arrebatada!

No sabe andar despacio, y acuchilla

cuando menos se espera su turbia cuchillada.



Tú, el más firme edificio, destruido,

tú, el gavilán más alto, desplomado,

tú, el más grande rugido,

callado, y más callado, y más callado.



Caiga tu alegre sangre de granado,

como un derrumbamiento de martillos feroces,

sobre quien te detuvo mortalmente.

Salivazos y hoces

caigan sobre la mancha de su frente.



Muere un poeta y la creación se siente

herida y moribunda en las entrañas.

Un cósmico temblor de escalofríos

mueve temiblemente las montañas,

un resplandor de muerte la matriz de los ríos.



Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,

veo un bosque de ojos nunca enjutos,

avenidas de lágrimas y mantos:

y en torbellino de hojas y de vientos,

lutos tras otros lutos y otros lutos,

llantos tras otros llantos y otros llantos.



No aventarán, no arrastrarán tus huesos,

volcán de arrope, trueno de panales,

poeta entretejido, dulce, amargo,

que al calor de los besos

sentiste, entre dos largas hileras de puñales,

largo amor, muerte larga, fuego largo.



Por hacer a tu muerte compañía,

vienen poblando todos los rincones

del cielo y de la tierra bandadas de armonía,

relámpagos de azules vibraciones.

Crótalos granizados a montones,

batallones de flautas, panderos y gitanos,

ráfagas de abejorros y violines,

tormentas de guitarras y pianos,

irrupciones de trompas y clarines.



Pero el silencio puede más que tanto instrumento.



Silencioso, desierto, polvoriento

en la muerte desierta,

parece que tu lengua, que tu aliento,

los ha cerrado el golpe de una puerta.



Como si paseara con tu sombra,

paseo con la mía

por una tierra que el silencio alfombra,

que el ciprés apetece más sombría.



Rodea mi garganta tu agonía

como un hierro de horca

y pruebo una bebida funeraria.

Tú sabes, Federico García Lorca,

que soy de los que gozan una muerte diaria.



EL SILBO DE AFIRMACIÓN EN LA ALDEA

Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.
Difíciles barrancos de escaleras,
calladas cataratas de ascensores,
¡qué impresión de vacío!,
ocupaban el puesto de mis flores,
los aires de mis aires y mi río.

Yo vi lo más notable de lo mío
llevado del demonio, y Dios ausente.
Yo te tuve en el lejos del olvido,
aldea, huerto, fuente
en que me vi al descuido:
huerto, donde me hallé la mejor vida,
aldea, donde al aire y libremente,
en una paz meé larga y tendida.

Pero volví en seguida
mi atención a las puras existencias
de mi retiro hacia mi ausencia atento,
y todas sus ausencias
me llenaron de luz el pensamiento.

Iba mi pie sin tierra, ¡qué tormento!,
vacilando en la cera de los pisos,
con un temor continuo, un sobresalto,
que aumentaban los timbres, los avisos,
las alarmas, los hombres y el asfalto.
¡Alto!, ¡Alto!, ¡Alto!, ¡Alto!
¡Orden!, ¡Orden! ¡Qué altiva
imposición del orden una mano,
un color, un sonido!
Mi cualidad visiva,
¡ay!, perdía el sentido.

Topado por mil senos, embestido
por más de mil peligros, tentaciones,
mecánicas jaurías,
me seguían lujurias y claxones,
deseos y tranvías.

¡Cuánto labio de púrpuras teatrales,
exageradamente pecadores!
¡Cuánto vocabulario de cristales,
al frenesí llevando los colores
en una pugna, en una competencia
de originalidad y de excelencia!
¡Qué confusión! ¡Babel de las babeles!
¡Gran ciudad!: ¡gran demontre!: ¡gran puñeta!
¡el mundo sobre rieles,
y su desequilibrio en bicicleta!

Los vicios desdentados, las ancianas
echándose en las canas rosicleres,
infamia de las canas,
y aun buscando sin tuétano placeres.
Árboles, como locos, enjaulados:
Alamedas, jardines
para destuetanarse el mundo; y lados
de creación ultrajada por orines.

Huele el macho a jazmines,
y menos lo que es todo parece
la hembra oliendo a cuadra y podredumbre.

¡Ay, cómo empequeñece
andar metido en esta muchedumbre!
¡Ay!, ¿dónde está mi cumbre,
mi pureza, y el valle del sesteo
de mi ganado aquel y su pastura?

Y miro, y sólo veo
velocidad de vicio y de locura.
Todo eléctrico: todo de momento.
Nada serenidad, paz recogida.
Eléctrica la luz, la voz, el viento,
y eléctrica la vida.
Todo electricidad: todo presteza
eléctrica: la flor y la sonrisa,
el orden, la belleza,
la canción y la prisa.
Nada es por voluntad de ser, por gana,
por vocación de ser. ¿Qué hacéis las cosas
de Dios aquí: la nube, la manzana,
el borrico, las piedras y las rosas?

¡Rascacielos!: ¡qué risa!: ¡rascaleches!
¡Qué presunción los manda hasta el retiro
de Dios! ¿Cuándo será, Señor, que eches
tanta soberbia abajo de un suspiro?
¡Ascensores!: ¡qué rabia! A ver, ¿cuál sube
a la talla de un monte y sobrepasa
el perfil de una nube,
o el cardo, que de místico se abrasa
en la serrana gracia de la altura?
¡Metro!: ¡qué noche oscura
para el suicidio del que desespera!:
¡qué subterránea y vasta gusanera,
donde se cata y zumba
la labor y el secreto de la tumba!
¡Asfalto!: ¡qué impiedad para mi planta!
¡Ay, qué de menos echa
el tacto de mi pie mundos de arcilla
cuyo contacto imanta,
paisajes de cosecha,
caricias y tropiezos de semilla!

¡Ay, no encuentro, no encuentro
la plenitud del mundo en este centro!
En los naranjos dulces de mi río,
asombros de oro en estas latitudes,
oh ciudad cojitranca, desvarío,
sólo abarca mi mano plenitudes.
No concuerdo con todas estas cosas
de escaparate y de bisutería:
entre sus variedades procelosas,
es la persona mía,
como el árbol, un triste anacronismo.
Y el triste de mí mismo,
sale por su alegría,
que se quedó en el mayo de mi huerto,
de este urbano bullicio
donde no estoy de mí seguro cierto,
y es pormayor la vida como el vicio.



* * *

He medio boquiabierto
la soledad cerrada de mi huerto.
He regado las plantas:
las de mis pies impuras y otras santas,
en la sequía breve de mi ausencia
por nadie reemplazada. Se derrama,
rogándome asistencia,
el limonero al suelo, ya cansino,
de tanto agrio picudo.
En el miembro desnudo de una rama,
se le ve al ave el trino
recóndito, desnudo.

Aquí la vida es pormenor: hormiga,
muerte, cariño, pena,
piedra, horizonte, río, luz, espiga,
vidrio, surco y arena.
Aquí está la basura
en las calles, y no en los corazones.
Aquí todo se sabe y se murmura:
No puede haber oculta la criatura
mala, y menos las malas intenciones.

Nace un niño, y entera
la madre a todo el mundo del contorno.
Hay pimentón tendido en la ladera,
hay pan dentro del horno,
y el olor llena el ámbito, rebasa
los límites del marco de las puertas,
penetra en toda la casa
y panifica el aire de las huertas.

Con una paz de aceite derramado,
enciende el río un lado y otro lado
de su imposible, por eterna, huida.
Como una miel muy lenta destilada,
por la serenidad de su caída
sube la luz a las palmeras: cada
palmera se disputa
la soledad suprema de los vientos,
la delicada gloria de la fruta
y la supremacía
de la elegancia de los movimientos
en la más venturosa geografía.

Está el agua que trina de tan fría
en la pila y la alberca
donde aprendí a nadar. Están los pavos,
la Navidad se acerca,
explotando de broma en los tapiales,
con los desplantes y los gestos bravos
y las barbas con ramos de corales.
Las venas manantiales
de mi pozo serrano
me dan, en el pozal que les envío,
pureza y lustración para la mano,
para la tierra seca amor y frío.

Haciendo el hortelano,
hoy en este solaz de regadío
de mi huerto me quedo.
No quiero más ciudad, que me reduce
su visión, y su mundo me da miedo.

¡Cómo el limón reluce
encima de mi frente y la descansa!
¡Cómo apunta en el cruce
de la luz y la tierra el lilio puro!
Se combate la pita, y se remansa
el perejil en un aparte oscuro.
Hay az'har, ¡qué osadía de la nieve!
y estamos en diciembre, que hasta enero,
a oler, lucir y porfiar se atreve
en el alrededor del limonero.

Lo que haya de venir, aquí lo espero
cultivando el romero y la pobreza.
Aquí de nuevo empieza
el orden, se reanuda
el reposo, por yerros alterado,
mi vida humilde, y por humilde, muda.
Y Dios dirá, que está siempre callado.


LLAMO AL TORO DE ESPAÑA



Alza, toro de España: levántate, despierta.

Despiértate del todo, toro de negra espuma,

que respiras la luz y rezumas la sombra,

y concentras los mares bajo tu piel cerrada.



Despiértate.



Despiértate del todo, que te veo dormido,

un pedazo del pecho y otro de la cabeza:

que aún no te has despertado como despierta un toro

cuando se le acomete con traiciones lobunas.



Levántate.



Resopla tu poder, despliega tu esqueleto,

enarbola tu frente con las rotundas hachas,

con las dos herramientas de asustar a los astros,

de amenazar al cielo con astas de tragedia.



Esgrímete.



Toro en la primavera más toro que otras veces,

en España más toro, toro, que en otras partes.

Más cálido que nunca, más volcánico, toro,

que irradias, que iluminas al fuego, yérguete.



Desencadénate.



Desencadena el raudo corazón que te orienta

por las plazas de España, sobre su astral arena.

A desollarte vivo vienen lobos y águilas

que han envidiado siempre tu hermosura de pueblo.



Yérguete.



No te van a castrar: no dejarás que llegue

hasta tus atributos de varón abundante

esa mano felina que pretende arrancártelos

de cuajo, impunemente: pataléalos, toro.



Víbrate.



No te van a absorber la sangre de riqueza,

no te arrebatarán los ojos minerales.

La piel donde recoge resplandor el lucero

no arrancarán del toro de torrencial mercurio.



Revuélvete.



Es como si quisieran arrancar la piel al sol,

al torrente la espuma con uña y picotazo.

No te van a castrar, poder tan masculino

que fecundas la piedra; no te van a castrar.



Truénate.



No retrocede el toro: no da un paso hacia atrás

si no es para escarbar sangre y furia en la arena,

unir todas sus fuerzas, y desde las pezuñas

abalanzarse luego con decisión de rayo.



Abalánzate.



Gran toro que en el bronce y en la piedra has mamado,

y en el granito fiero paciste la fiereza:

revuélvete en el alma de todos los que han visto

la luz primera en esta península ultrajada.



Revuélvete.



Partido en dos pedazos, este toro de siglos,

este toro que dentro de nosotros habita:

partido en dos mitades, con una mataría

y con la otra mitad moriría luchando.



Atorbellínate.



De la airada cabeza que fortalece el mundo,

del cuello como un bloque de titanes en marcha,

brotará la victoria como un ancho bramido

que hará sangrar al mármol y sonar a la arena.



Sálvate.



Despierta, toro: esgrime, desencadena, víbrate.

Levanta, toro: truena, toro, abalánzate.

Atorbellínate, toro: revuélvete.

Sálvate, denso toro de emoción y de España.



Sálvate.




SENTADO SOBRE LOS MUERTOS



Sentado sobre los muertos

que se han callado en dos meses,

beso zapatos vacíos

y empuño rabiosamente

la mano del corazón

y el alma que lo sostiene.



Que mi voz suba a los montes

y baje a la tierra y truene,

eso pide mi garganta

desde ahora y desde siempre.



Acércate a mi clamor,

pueblo de mi misma leche,

árbol que con tus raíces

encarcelado me tienes,

que aquí estoy yo para amarte

y estoy para defenderte

con la sangre y con la boca

como dos fusiles fieles.



Si yo salí de la tierra,

si yo he nacido de un vientre

desdichado y con pobreza,

no fue sino para hacerme

ruiseñor de las desdichas,

eco de la mala suerte,

y cantar y repetir

a quien escucharme debe

cuanto a penas, cuanto a pobres,

cuanto a tierra se refiere.



Ayer amaneció el pueblo

desnudo y sin qué comer,

y el día de hoy amanece

justamente aborrascado

y sangriento justamente.

En su mano los fusiles

leones quieren volverse:

para acabar con las fieras

que lo han sido tantas veces.



Aunque le faltan las armas,

pueblo de cien mil poderes,

no desfallezcan tus huesos,

castiga a quien te malhiere

mientras que te queden puños,

uñas, saliva, y te queden

corazón, entrañas, tripas,

cosas de varón y dientes.

Bravo como el viento bravo,

leve como el aire leve,

asesina al que asesina,

aborrece al que aborrece

la paz de tu corazón

y el vientre de tus mujeres.

No te hieran por la espalda,

vive cara a cara y muere

con el pecho ante las balas,

ancho como las paredes.



Canto con la voz de luto,

pueblo de mí, por tus héroes:

tus ansias como las mías,

tus desventuras que tienen

del mismo metal el llanto,

las penas del mismo temple,

y de la misma madera

tu pensamiento y mi frente,

tu corazón y mi sangre,

tu dolor y mis laureles.

Antemuro de la nada

esta vida me parece.



Aquí estoy para vivir

mientras el alma me suene,

y aquí estoy para morir,

cuando la hora me llegue,

en los veneros del pueblo

desde ahora y desde siempre.

Varios tragos es la vida

y un solo trago es la muerte.



CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO



He poblado tu vientre de amor y sementera,

he prolongado el eco de sangre a que respondo

y espero sobre el surco como el arado espera:

he llegado hasta el fondo.



Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,

esposa de mi piel, gran trago de mi vida,

tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos

de cierva concebida.



Ya me parece que eres un cristal delicado,

temo que te me rompas al más leve tropiezo,

y a reforzar tus venas con mi piel de soldado

fuera como el cerezo.



Espejo de mi carne, sustento de mis alas,

te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.

Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,

ansiado por el plomo.



Sobre los ataúdes feroces en acecho,

sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa

te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho

hasta en el polvo, esposa.



Cuando junto a los campos de combate te piensa

mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,

te acercas hacia mí como una boca inmensa

de hambrienta dentadura.



Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:

aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,

y defiendo tu vientre de pobre que me espera,

y defiendo tu hijo.



Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado

envuelto en un clamor de victoria y guitarras,

y dejaré a tu puerta mi vida de soldado

sin colmillos ni garras.



Es preciso matar para seguir viviendo.

Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,

y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo

cosida por tu mano.



Tus piernas implacables al parto van derechas,

y tu implacable boca de labios indomables,

y ante mi soledad de explosiones y brechas

recorres un camino de besos implacables.



Para el hijo será la paz que estoy forjando.

Y al fin en un océano de irremediables huesos

tu corazón y el mío naufragarán, quedando

una mujer y un hombre gastados por los besos.

poesía Rafael Alberti Merello



(El Puerto de Santa María (Cádiz),
16 de diciembre de 1902 - 28 de octubre de 1999)



A FEDERICO GARCÍA LORCA



Sal tú, bebiendo campos y ciudades,

en largo ciervo de agua convertido,

hacia el mar de las albas claridades,

del martín-pescador mecido nido;



que yo saldré a esperarte, amortecido,

hecho junco, a las altas soledades,

herido por el aire y requerido

por tu voz, sola entre las tempestades.



Deja que escriba, débil junco frío,

mi nombre en esas aguas corredoras,

que el viento llama, solitario, río.



Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,

vuélvete a tus montañas trepadoras,

ciervo de espuma, rey del monterío.



CORRIDA DE TOROS

De sombra, sol y muerte, volandera
grana zumbando, el ruedo gira herido
por un clarín de sangre azul torera.

Abanicos de aplausos, en bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a coronar de los espadas.

Se hace añicos el aire, y violento,
un mar por media luna gris mandado
prende fuego a un farol que apaga el viento.

¡Buen caballito de los toros, vuela,
sin más jinete de oro y plata, al prado
de tu gloria de azúcar y canela!

Cinco picas al monte, y cinco olas
sus lomos empinados convirtiendo
en verbena de sangre y banderolas.

Carrusel de claveles y mantillas
de luna macarena y sol, bebiendo,
de naranja y limón, las banderillas.

Blonda negra, partida por dos bandas,
de amor injerto en oro la cintura,
presidenta del cielo y las barandas,

rosa en el palco de la muerte aún viva,
libre y por fuera sanguinaria y dura,
pero de corza el corazón, cautiva.

Brindis, cristiana mora, a ti, volando,
cuervo mudo y sin ojos, la montera
del áureo espada que en el sol lidiando

y en la sombra, vendido, de puntillas,
da su junco a la media luna fiera,
y a la muerte su gracia, de rodillas.

Veloz, rayo de plata en campo de oro
nacido de la arena y suspendido,
por un estambre, de la gloria, al toro,

mar sangriento de picas coronado,
en Dolorosa grana convertido,
centrar el ruedo manda, traspasado.

Feria de cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón y naranja, remolina

de la muerte, girando, y los toreros,
bajo una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.


DESAHUCIO



Ángeles malos o buenos,

que no sé,

te arrojaron en mi alma.

Sola,

sin muebles y sin alcobas,

deshabitada.

De rondón, el viento hiere

las paredes,

las más finas, vítreas láminas.

Humedad. Cadenas. Gritos.

Ráfagas.

Te pregunto:

¿cuándo abandonas la casa,

dime,

qué ángeles malos, crueles,

quieren de nuevo alquilarla?

Dímelo.




CUBA DENTRO DE UN PIANO



Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero

y el humo de los barcos aun era humo de habanero.

Mulata vuelta bajera.

Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras

y un lorito al piano quería hacer de tenor.

Dime dónde está la flor que el hombre tanto venera.

Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.

La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del Puerto.

(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.

Ya se apagó, se nos ha muerto).

Me encontré con la bella Trinidad.

Cuba se había perdido y ahora era verdad.

Era verdad, no era mentira.

Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.

La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el

dinero...

Calló, cayó el cañonero.

Pero después, pero ¡ah! después...

fue cuando al SÍ lo hicieron YES.


GALOPE



Las tierras, las tierras, las tierras de España,

las grandes, las solas, desiertas llanuras.

Galopa, caballo cuatralbo,

jinete del pueblo,

al sol y a la luna.



¡A galopar,

a galopar,

hasta enterrarlos en el mar!



A corazón suenan, resuenan, resuenan

las tierras de España, en las herraduras.

Galopa, jinete del pueblo,

caballo cuatralbo,

caballo de espuma.



¡A galopar,

a galopar,

hasta enterrarlos en el mar!



Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;

que es nadie la muerte si va en tu montura.

Galopa, caballo cuatralbo,

jinete del pueblo,

que la tierra es tuya.



¡A galopar,

a galopar,

hasta enterrarlos en el mar!

poesía de Manuel Altolaguirre




(Málaga; 29 de junio de 1905 - Burgos; 26 de julio de 1959)




MIS PRISIONES



Sentirse solo en medio de la vida

casi es reinar, pero sentirse solo

en medio del olvido, en el oscuro

campo de un corazón, es estar preso,

sin que siquiera una avecilla trine

para darme noticias de la aurora.



Y el estar preso en varios corazones,

sin alcanzar conciencia de cuál sea

la verdadera cárcel de mi alma,

ser el centro de opuestas voluntades,

si no es morir, es envidiar la muerte.




ERA MI DOLOR TAN ALTO



Era mi dolor tan alto,

que la puerta de la casa

de donde salí llorando

me llegaba a la cintura.



¡Qué pequeños resultaban

los hombres que iban conmigo!

Crecí como una alta llama

de tela blanca y cabellos.



Si derribaran mi frente

los toros bravos saldrían,

luto en desorden, dementes,

contra los cuerpos humanos.



Era mi dolor tan alto,

que miraba al otro mundo

por encima del ocaso.





SEPARACIÓN



Mi soledad llevo dentro,

torre de ciegas ventanas.



Cuando mis brazos extiendo

abro sus puertas de entrada

y doy camino alfombrado

al que quiera visitarla.

Pintó el recuerdo los cuadros

que decoran sus estancias.

Allí mis pasadas dichas

con mi pena de hoy contrastan.



¡Qué juntos los dos estábamos!

¿Quién el cuerpo? ¿Quién el alma?

Nuestra separación última,

¡qué muerte fue tan amarga!



Ahora dentro de mí llevo

mi alta soledad delgada.




MIRADAS



Ojos de puente los míos

por donde pasan las aguas

que van a dar al olvido.

Sobre mi frente de acero

mirando por las barandas

caminan mis pensamientos.



Mi nuca negra es el mar,

donde se pierden los ríos,

y mis sueños son las nubes

por y para las que vivo.



Ojos de puente los míos

por donde pasan las aguas

que van a dar al olvido.



PARA ALCANZAR LA LUZ


Dicen que soy un ángel
y, peldaño a peldaño,
para alcanzar la luz
tengo que usar las piernas.

Cansado de subir, a veces ruedo
(tal vez serán los pliegues de mi túnica),
pero un ángel rodando no es un ángel
si no tiene el honor de llegar al abismo.

Y lo que yo encontré en mi mayor caída
era blando, brillante;
recuerdo su perfume,
su malsano deleite.

Desperté y ahora quiero
encontrar la escalera,
para subir sin alas
poco a poco a mi muerte..

 
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