Muros / eduardo galeano


El Muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro...

Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado, siguen brotando, en el mundo, y aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada.

Poco se habla del muro que los Estados Unidos están alzando en la frontera mexicana, y poco se habla de las alambradas de Ceuta y Melilla.

Casi nada se habla del Muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y de aquí a poco será quince veces más largo que el Muro de Berlín.

Y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que desde hace veinte años perpetúa la ocupación marroquí del Sahara occidental. Este muro, minado
de punta a punta y de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide sesenta veces más que el Muro de Berlín.

¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día?

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En julio del 2004, la Corte Internacional de Justicia de La Haya sentenció que el Muro de Cisjordania violaba el derecho internacional y mandó que se demoliera. Hasta ahora, Israel no se ha enterado.

En octubre de 1975, la misma Corte había dictaminado: "No se establece la existencia de vínculo alguno de soberanía entre el Sahara Occidental y Marruecos". Nos quedamos cortos si decimos que Marruecos fue sordo. Fue
peor: al día siguiente de esta resolución, desató la invasión, la llamada Marcha verde, y poco después se apoderó a sangre y fuego de esas vastas tierras ajenas y expulsó a la mayoría de la población.

Y ahí sigue.

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Mil y una resoluciones de las Naciones Unidas han confirmado el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.

¿De qué han servido esas resoluciones? Se iba a hacer un plebiscito, para que la población decidiera su destino. Para asegurarse la victoria, el monarca de Marruecos llenó de marroquíes el territorio invadido. Pero al poco tiempo, ni siquiera los marroquíes fueron dignos de su confianza. Y el rey, que había dicho sí, dijo que quién sabe. Y después dijo no, y ahora su hijo, heredero del trono, también dice no. La negativa equivale a una confesión. Negando el derecho de voto, Marruecos confiesa que ha robado un país.

¿Lo seguiremos aceptando, como si tal cosa? ¿Aceptando que en la democracia universal los súbditos sólo podemos ejercer el derecho de obediencia?

¿De qué han servido las mil y una resoluciones de las Naciones Unidas contra la ocupación israelí de los territorios palestinos? ¿Y las mil y una resoluciones contra el bloqueo de Cuba?

El viejo proverbio enseña:

-La hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud.

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El patriotismo es, hoy por hoy, un privilegio de las naciones dominantes. Cuando lo practican las naciones dominadas, el patriotismo se hace sospechoso de populismo o terrorismo, o simplemente no merece la menor atención.

Los patriotas saharauis, que desde hace treinta años luchan por recuperar su lugar en el mundo, han logrado el reconocimiento diplomático de ochenta y dos países. Entre ellos, mi país, el Uruguay, que recientemente se ha sumado a la gran mayoría de los países latinoamericanos y africanos.

Pero Europa, no. Ningún país europeo ha reconocido a la República Saharaui. España, tampoco. Este es un grave caso de irresponsabilidad, o quizá de amnesia, o al menos de desamor. Hasta hace treinta años el Sahara era colonia de España, y España tenía el deber legal y moral de amparar su independencia.

¿Qué dejó allí el dominio imperial? Al cabo de un siglo, ¿a cuántos universitarios formó? En total, tres: un médico, un abogado y un perito mercantil. Eso dejó. Y dejó una traición. España sirvió en bandeja esa tierra y esas gentes para que fueran devoradas por el reino de Marruecos.

Desde entonces, el Sahara es la última colonia del Africa. Le han usurpado
la independencia.

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¿Por qué será que los ojos se niegan a ver lo que rompe los ojos?

¿Será porque los saharauis han sido una moneda de cambio, ofrecida por empresas y países que compran a Marruecos lo que Marruecos vende aunque no
sea suyo?

Hace un par de años, Javier Corcuera entrevistó, en un hospital de Bagdad, a una víctima de los bombardeos contra Irak. Una bomba le había destrozado un
brazo. Y ella, que tenía ocho años de edad y había sufrido once operaciones, dijo:

-Ojalá no tuviéramos petróleo.

Quizás el pueblo del Sahara es culpable porque en sus largas costas reside el mayor tesoro pesquero del océano Atlántico y porque bajo las inmensidades de arena, que tan vacías parecen, yace la mayor reserva mundial de fosfatos
y quizá también hay petróleo, gas y uranio.

En el Corán podría estar, aunque no esté, esta profecía:

-Las riquezas naturales serán la maldición de las gentes.

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Los campamentos de refugiados, al sur de Argelia, están en el más desierto de los desiertos. Es una vastísima nada, rodeada de nada, donde sólo crecen las piedras. Y sin embargo, en esas arideces, y en las zonas liberadas, que no son mucho mejores, los saharauis han sido capaces de crear la sociedad más abierta, y la menos machista, de todo el mundo musulmán.

Este milagro de los saharauis, que son muy pobres y muy pocos, no sólo se explica por su porfiada voluntad de ser libres, que eso sí que sobra en esos lugares donde todo falta: también se explica, en gran medida, por la solidaridad internacional.

Y la mayor parte de la ayuda proviene de los pueblos de España. Su energía solidaria, memoria y fuente de dignidad, es mucho más poderosa que los vaivenes de los gobiernos y los mezquinos cálculos de las empresas.

Digo solidaridad, no caridad. La caridad humilla. No se equivoca el proverbio africano que dice:

-La mano que recibe está siempre debajo de la mano que da.

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Los saharauis esperan. Están condenados a pena de angustia perpetua y de perpetua nostalgia. Los campamentos de refugiados llevan los nombres de sus ciudades secuestradas, sus perdidos lugares de encuentro, sus querencias: El Aaiún, Smara...

Ellos se llaman hijos de las nubes, porque desde siempre persiguen la lluvia.

Desde hace más de treinta años persiguen, también, la justicia, que en el mundo de nuestro tiempo parece más esquiva que el agua en el desierto.

martes, 11 de mayo de 2010

El otro yo / mario benedetti


Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el proposito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

mar de estrellas / selva


Y… ¿si las estrellas estuvieran abajo y no arriba?
¡Qué locura!
El poeta las pescaría, con su anzuelo de sueños.
¡Si pudiera!
Nadan en cardume, siguiendo las leyes celestiales.
¡Qué esquivas!
¡Cuántas de ellas ya no están, pero aún las vemos!
¿Será un espejismo?

desaliento / selva


Desaliento

Como un árbol talado, el ánimo se me derrumbó.
No sé por qué o, tal vez lo sé muy bien!
Fue, es, como la sombra aprisionada,
de un cuerpo que se cae.
No es el filo de un hacha, sino la base socavada,
gota a gota, por los efluvios de éste aluvión
de hechos pestilentes que azotan a la tierra.
Es impotencia, dolor callado, que escapa a pedacitos,
en rebeldía estéril, cual grito en el vacío.

el silencio / selva


El silencio

¡Ah! El silencio…

No hay nada más sepulcral cuando callas, ni tan lleno de misterios cuando tu mirada se pierde en lontananza, detrás de quién sabe qué quimera, o tal vez de qué esperanza.

La esperanza ilumina los ojos y, con ansiedad oculta, la busco en tus pupilas ¡tan profundas! Encuentro ausencias. Tengo celos, celos de tu silencio y del mundo que él encierra.

Hoy, su silencio me abraza y siento que el mundo está dentro tuyo. Mi silencio ya no está solo y, a la vera del camino, caminamos con nuestros silencios convertidos en torrentes de proyectos y de ideas, juntos, compartidos.

amiga...


(este escrito me envió un compañero de vida... espero que algún día, podamos darnos un abrazo....)

Amiga:

No te salves, no te guardes de la desgracia, ni temas por el futuro, ni hagas lo correcto. Mira que los años pasan y sobre nuestra piel las marcas de lo que no hicimos de lo que no nos atrevimos son las mas dolorosas. No te ampares en la razón, mira el abismo del tiempo y lánzate de brazos abierto a él, que tu vestido blanco ondea haciéndote más hermosa, como un ángel que aterriza en los parajes del cielo.
No busques lo que necesites, busca lo que mereces.

Asoma tu carita a la calle y míralos a todos, vaga un momento por la selva cemento y percátate de cuántos sueñan... todos somos prisioneros del tiempo y del espacio, la diferencia está en lo que hacemos a solas en nuestra prisión; unos sacan cuentas, otros anotan nombres, otros solo recuerdan, otros escriben canciones, otros solo miran el cerrojo que los guarda y en eso se les va la vida, otros sueñan...

Amiga, tu vida es una hoja, y en ella se han escrito milagros. Si ya viste el mundo es hora de verte a ti. Seca tus lágrimas para que puedas leer:

Eres mujer, eres vida, eres inteligencia, eres sentimiento, eres belleza. Y esas manos tuyas pueden trabajar por el mundo, pueden secar lágrimas y entrelazarse con otras manos que las merezcan. Eres mujer, eres calma, eres borrasca, eres templo, eres pasión. Y esos pies tuyos pueden ir no solo a buscar sino a encontrar, pueden ir donde quieras y dar marcha atrás. Eres mujer, eres madre, eres sabiduría, eres templanza. Y esos ojos tuyos –implacable hechizo- pueden mirar las estrellas, contemplar los abismos, amar sin palabras y llorar ríos. Amiga, eres tú, un milagro lleno de milagros, eres útero fértil para la dicha...


xxxx

Debes amar la arcilla que va en tus manos;
debes amar su arena hasta la locura,
y si no, no la emprendas, que será en vano:
sólo el amor alumbra lo que perdura
sólo el amor convierte en milagro el barro.

Debes amar el tiempo de los intentos
debes amar la hora que nunca brilla
y si no, no pretendas tocar lo cierto:
sólo el amor engendra la maravilla
sólo el amor consigue encender lo muerto.

SÓLO EL AMOR – SILVIO RODRÍGUEZ

martes, 4 de mayo de 2010

Cuento tanto erótico como pornográfico / Marcos Winocur



Abrí la puerta sin previo aviso. Mi tía Eduviges estaba… y aquí el cuento se bifurca: esta tía estaba practicando el sexo oral con el jardinero, o bien: esta tía se la estaba chupando al jardinero. La primera versión es erótica, la segunda es porno, el lector elija. Prosigo con el cuento. Jaime, le dije al jardinero, cuando se desocupe, necesito hablar con usted. Y salí cerrando suavemente la puerta seguido de carcajadas. Una hora después, Jaime entraba a mi escritorio. Ah, sí, Jaime, pensándolo mejor, que las bugambilias vayan al frente de la casa y las margaritas a los costados. Como el señor lo disponga, y el jardinero se retiró cerrando suavemente la puerta.

lunes, 3 de mayo de 2010

de parte de juan rulfo


Chiquilla:

¿Sabes una cosa?

He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni mas ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.

También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.

Bueno, la cosa es que, del modo que sea, ya no encuentro la hora de volverte a ver.

No me conformo, no; me desespero.

I am hurry because finished me the ink.


Juan Rulfo
(Aire en las colinas)

domingo, 18 de abril de 2010

poema / angel gonzález


¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome, vivo, hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano,
de corazón en corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos
-que importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles.

Angel González

ELLA... / juan l


Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
-ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito. ..
Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...
Mas es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
los latidos
para el encuentro en los abismos...
Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los
niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...
Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche...

Dos poesías a la muerte / Luis Viú


Cuando me llegue la muerte
vendrá tan lenta
que la sentiré
posarse a mi lado
e ir desgarrando mi vida,
o tan de prisa
que todo pasará
en un solo instante.
Cuando me llegue la muerte
vendrá en un día de invierno,
y será tan fría
que no tendré
más muertes;
o llegará en un día de verano
cuando el horizonte sea todo azul
y los pájaros canten en el cielo:
ese día me moriré con todas las alegrías.
Cuando me llegue la muerte
todo lo que soy vendrá conmigo:
mis sueños, mis trabajos
y un amor que no pasó
de ser un simple sueño.
Cuando me llegue la muerte
todo me será tan vano, ¡tan vano!
que todo lo que hice o no hice
no tendrá importancia.

Cuando me llegue la muerte
me reuniré con todos o con nadie.
Entonces pasaré a hacer
parte del eterno olvido.
Pequeña elegía a la muerte

(Para Jorge Mario, en su ausencia)
Nuestros muertos
no se van solos.
Se llevan,
nos arrebatan
todo lo que nos habían dado:
su tibieza,
su afecto,
su calor
y los momentos compartidos.
Todo,
todo lo envuelven
en su mundo de silencio ausente
dejando un vacío
tan profundo,
¡tan profundo¡
como la profundidad
del abismo eterno
de la muerte misma.
Y entonces en su lugar
sólo queda un silencio eterno,
un silencia hablando en silencio;
un silencio
que es más doloroso
y más amargo
que la muerte misma.


Publicado por ARGENPRESS

Conjura / Claribel Alegria


Desde tu ausencia
llamo
de tu exilio
desde este viento sur
que te convoca
y se asemeja a ti.

martes, 13 de abril de 2010

Morir por las ideas


Morir por las ideas, la idea es excelente
yo he estado a punto de morir por no haberla tenido,
pues todos los que la tenían, multitud agobiante,
ahuyando a la muerte, me han caído encima.
Ellos han sabido convencerme y mi musa insolente,
abjurando de sus errores, se ha unido a su fe
con un poco de reserva en todo caso:
Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta,
de acuerdo, pero de muerte lenta.

Juzgando que no hay peligro en la tardanza,
vayamos hacia el otro mundo ganduleando por el camino,
pues, si forzamos la marcha, sucede que se muere
por unas ideas que no tienen futuro el día de mañana.
Y si hay una cosa amarga, desoladora
al entregar el alma a Dios, es darse cuenta
que hemos equivocado el camino, que nos hemos equivocado de idea:
Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de una muerte lenta
de acuerdo, pero de una muerte lenta.

Los charlatanes que predican el martirio
normalmente, por otra parte, se rezagan aquí abajo.
Morir por las ideas, todo hay que decirlo,
es su razón de vivir, y no se privan de ello.
En casi todas partes se ve que superan
fácilmente a Matusalén en la longevidad,
y yo concluyo que ellos deben decirse, bajito:
“Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta
de acuerdo, pero de muerte lenta”.

A las ideas que reclaman el cacareado sacrificio
las sectas de toda índole les ofrecen retahílas enteras
y la cuestión se plantea a la victimas novatas
morir por las ideas, esta bien, pero por cuál?
Y como todas se parecen entre sí
cuando las ve venir, con su gran bandera,
el sabio titubea y duda delante de la tumba.
Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta
de acuerdo, pero de muerte lenta.

¡Y si aún bastasen algunas hecatombes
para que finalmente todo cambiase, finalmente todo se arreglase!
Después de tantas “grandes noches”(1), de tantas cabezas cortadas,
ya tendríamos el paraíso sobre la tierra.
Pero la edad de oro sin cesar se pospone,
los dioses tienen siempre sed, nunca tienen suficiente
y he aquí la muerte, la muerte que siempre vuelve a empezar...
Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta
de acuerdo pero de muerte lenta.

Oh vosotros, los agitadores, oh vosotros los buenos apóstoles
morid, pues, los primeros, os cedemos el sitio.
Pero por favor, joder! dejad vivir a los demás!
La vida es casi el único lujo aquí abajo
pues, finalmente, la Muerte está siempre vigilante
y no es necesario ayudarle con la guadaña.
¡Basta de danzas macabras alrededor de los patíbulos!
Muramos por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta,
de acuerdo pero de muerte lenta.



(1): Grands soirs: Revolución, movimiento social en el vocabulario de los anarquistas.

lunes, 22 de marzo de 2010

El credo del Che / Roque Dalton


El Ché Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.
Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monje
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers)
Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices
Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento
En vista de lo cual no le ha quedado al Ché otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.

Una vuelta mas / Rubén Goldín


Piazzola llora su musgo ciudadano
con humos de escape y olór a pizzeria
tantos domingos y tanta gente con ese sol ...

Con canillitas gritones y trenes horizontals,
los semaforos no saben de justicia
Huguito el solterón muere crucificado
en un radiador Toyota
y en los parques algunos padres
preocupados,
se pintan una risa de payaso,
para alegrar a sus hijos inocentes,
a sus hijos inocentes
y aquel sol de los heroes florece
en engaño un engaño de hamacas,
toboganes y pororó.
La poesia no la tiene Buenos Aires
sino los que la viven, la sufren y la gozan.

Valium 10 / Rosario Castellanos


A veces ( y no trates
de restarle importancia
diciendo que no ocurre con frecuencia)
se te quiebra la vara con que mides,
se te extravia la brujula
y ya no tienes nada.

El dia se convierte en una sucesion
de hechos incoherentes, de funciones
que vas desempeñando por inercia y por habito.

Y lo vives. Y dictas el oficio
a quienes corresponde. Y le das la clase
lo mismo a los alumnos inscritos que al oyente
Y en la noche redactas el texto que la imprenta
devorara mañana.
Y vigilas (oh, solo por encima)
la marcha de la casa, la perfecta
coordinacion de multiples programas
-porque el hijo mayor ya viste de etiqueta
para ir de chambelan a un baile de quince años
y el menor quiere ser futbolista y el de en medio
tiene un poster del Che junto a su tocadiscos.

Y repasas las cuentas del gasto y reflexionas
junto a la cocinera, sobre el costo
de la vida y el ars magna combinatoria
del que surge el menu posible y cotidiano.

Y aun tienes voluntad para desmaquillarte
y ponerte la crema nutritiva y aun leer
algunas lineas antes de consumir la lampara.

Y en la oscuridad, en el umbral del sueño,
echas de menos lo que se ha perdido:
el diamante de mas precio, la cata
de marear, el libro
con cien preguntas basicas (y sus correspondientes
respuestas) para un dialogo
elemental siquiera con la Esfinge.
Y tienes la penosa sensacion
de que en el crucigrama se deslizo una errata
que lo hace erresoluble.

Y deletreas el nombre del Caos. Y no puedes
dormir si no destapas
el frasco de pastillas y si no tragas una
en la que se condensa,
quimicamente pura, la ordenacion del mundo.

(1925-1974)

Madrugada / Alejandra Pizarnik





Desnudo soñado una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.

No tan alto / pablo neruda


De cuando en cuando y a lo lejos
Hay que darse un baño de tumba.
Sin duda todo está muy bien
y todo está muy mal, sin duda.
Van y vienen los pasajeros,
crecen los niños y las calles,
por fin compramos la guitarra
que lloraba sola en la tienda.
Todo está bien, todo está mal.
Las copas se llenan y vuelven
naturalmente a estar vacías
y a veces en la madrugada,
se mueren misteriosamente.
Las copas y los que bebieron.
Hemos crecido tanto que ahora
no saludamos al vecino
y tantas mujeres nos aman
que no sabemos cómo hacerlo.
¡Qué ropas hermosas llevamos!
Y ¡qué importantes opiniones!
Conocí a un hombre amarillo
que se creía anaranjado
y a un negro vestido de rubio.
Se ven y se ven tantas cosas.
Vi festejados los ladrones
por caballeros impecables,
y esto se pasaba en inglés.
Y vi a los honrados, hambrientos,
buscando pan en la basura.
Yo sé que no me cree nadie.
Pero lo he visto con mis ojos.
Hay que darse un baño de tumba
y desde la tierra cerrada
mirar hacia arriba el orgullo.
Entonces se aprende a medir.
Se aprende a hablar, se aprende a ser.
Tal vez no seremos tan locos,
tal vez no seremos tan cuerdos.
Aprenderemos a morir.
A ser barro, a no tener ojos.
A ser apellido olvidado.
Hay unos poetas tan grandes
que no caben en una puerta
y unos negociantes veloces
que no recuerdan la pobreza.
Hay mujeres que no entrarán
por el ojo de una cebolla
y hay tantas cosas, tantas cosas,
y así son, y así no serán.
Si quieren no me crean nada.
Sólo quise enseñarles algo.
Yo soy profesor de la vida,
vago estudiante de la muerte
y si lo que sé no les sirve
no he dicho nada, sino todo.

RECETA CORTA PARA ADUEÑARSE DEL FUTURO / Fernando Buen Abad Domínguez


I. Saque del olvido todas las utopías sueños y locuras
con que se inflaman las ganas de ser feliz.

II. Asómese a ver el amanecer con ojos nuevos y échele
una miradita al horizonte (ayuda mucho)

III. Ponga a remojar (durante tres noches de luna
llena y en lágrimas frescas) los cadáveres de las
frustraciones, las desesperanzas y las privaciones.

IV. Tire toda la ropa que esté impregnada de rutina.

V. Invite a vivir con usted 13 colores nuevos, 13
libros de poetas rebeldes y 13 perfumes hipnóticos.

VI. Acepte con la más íntima de las certezas que el
amor es posible y salvífico.

VII. Báñese con lociones magnéticas hasta que salga
luz por los poros y escriba todas las cartas que nunca
escribió diciendo lo que nunca dijo.

VIII. Dibuje tres mapas estelares con la geografía más
desconocida de su corazón.

IX. Déjese crecer en los sueños siete tréboles, nueve
puntos cardinales y trece barcos de cristal.

X. Pida a tres amigos verdaderos que no repitan el
discurso del patrón durante tres meses.

XI. Lleve con usted este recetario, bien zurcido en la
esperanza, durante tres meses.

XII. Mezcle todo lo anterior con una dosis generosa de
cosquillas.

XIII. Tómese a mañana, tarde y noche siempre en
compañía de música y baile.

Espere un tiempo prudente y luego tómese un caldo de
estrellas frescas. Los resultados son extraordinarios.
Deberá acostumbrarse a un cambio significativo en el
estado de su espíritu. No faltará quien diga que está
usted loca o loco. No se preocupe eso querrá decir que
va usted muy bien. Que llegó la cura.

Hombre que aprendió a ladrar / Mario Benedetti (Cuento)


Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de desalineamiento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con humor: "La verdad es que ladro por no llorar". Sin embargo, la razón más valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es comunicación.

¿Cómo amar entonces sin comunicarse?

Para Raimundo representó un día de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y (algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese día Raimundo y Leo se tendian, por lo general en los atardeceres, bajo la glorieta y dialogaban sobre tenas generales. A pesar de su amor por los hermanos perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del mundo.

Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos: "Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinás de mi forma de ladrar?". La respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: "Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano."

Ojalá / mario benedetti


Ojalá está después del horizonte
pero hay otro al alcance de la mano
cuando uno tiene ganas de ser alguien
y sueña con no estar equivocado

dice ojalá sin mirarse al espejo
para no entristecerse con motivo
sin mendigar lo que no se consigue
y tampoco dar algo por perdido

ojalá conquistemos la razón
en el escándalo de la conciencia
y ejerzamos el derecho a la vida
de ojos abiertos o sin darnos cuenta

ojalá que las muertes del camino
no se nos cicatricen en el alma
y armemos el futuro aunque sepamos
que el fin está en la puerta de la casa

ojalá que en el cándido arrabal
o en cualquier recoveco del otoño
más que confiado y menos que exigente
nos espere el amor / el generoso

Mario Benedetti (de su último libro Testigo de uno mismo)

Por ahora me callo / mario benedetti


El mundo / cada vez más enigmático
me mira inmóvil desde sus cautelas /
siento que el marcapasos es mi árbol
y cobija latidos como alondras

estoy solo conmigo / cavilando
y repaso las sombras y los soles
también amaneceres y crepúsculos
que me dieron amparo y soledades

me pregunto desordenadamente
qué ceniza vendrá después del fuego /
he construido más de una paciencia
pero no puedo con mi incertidumbre

tengo las manos llenas de caricias
para sembrar en una carne fértil
y he hecho un pacto con mis esperanzas
para que nunca nos abandonemos

por ahora me callo / en el sigilo
me cercan más espantos que alborozos
y ya que los futuros se aproximan
juego con las certezas y las dudas

morir sin muerte es casi una osadía
que no puede invocarse así nomás
por eso yo prefiero ser discreto
vivir sin vida es menos pretencioso

Mario Benedetti (de su último libro Testigo de uno mismo)

La canción y el poema / Idea Vilariño



Hoy que el tiempo ya pasó,
hoy que ya pasó la vida,
hoy que me río si pienso,
hoy que olvidé aquellos días,
no sé por qué me despierto
algunas noches vacías
oyendo una voz que canta
y que, tal vez, es la mía.

Quisiera morir -ahora- de amor,
para que supieras
cómo y cuánto te quería,
quisiera morir, quisiera. de amor,
para que supieras.

Algunas noches de paz,
-si es que las hay todavía-
pasando como sin mí
por esas calles vacías,
entre la sombra acechante
y un triste olor de glicinas,
escucho una voz que canta
y que, tal vez, es la mía.

Quisiera morir -ahora- de amor,
para que supieras
cómo y cuánto te quería;
quisiera morir, quisiera. de amor,
para que supieras.

(1972)

ángel gonzález

martes, 16 de marzo de 2010

LA VIDA ES UN TRASPIE / HUGO MAYO


Si digo "treinta y tres" -orden del médico-
me golpea mi propio yo adentro
Y hasta me voy hundiendo
y el tapeteado corazón se bate a solas
No se si pido lo imposible
que aunque me resulte un quitasueño
La vida es un traspié buscado
y a mi manera cruzar la mar intento
Pero hay agua maligna en sus mareas
Y a qué esa señal que no descifro
si en la espelunca donde me encierro
escribo mi vida en un poema

domingo, 28 de febrero de 2010

TODO LO QUE SOY / Hugo Mayo


Soy delfín en los mares de la espera
Mi obscena careta que agoniza
tiene la piel madura
Si la ato a las dos sílabas del miedo
la oración es un silencio
Veo pedazos de tiempos insepultos
en las horas que vienen madrugadas
Y sé que no pude robar una sonrisa
Que llevo en mis bolsillos
monedas de inquietudes
Que mis pies vestidos de sandalias
pisaron la esperanza
Y regañé muchas veces al destino
Y oculté en la tiniebla desolada
mis propias iniciales
El agua que me baña me lastima
-el agua es el refugio de mi huida-
Y aunque me niego en pleno día
un absurdo recado me limita
Habito en la caída del relámpago
y almaceno la lluvia...

CANCION GRIS / JOSÉ MARÍA EGAS


Lluvia...
Melancolía!...
................................................

(En el balcón, tu cabecita rubia
es como el sol de la mañana fría.)

Lluvia... Melancolía!

Las campanas, enfermas de langor y dulzura
ponen su vieja nota gris.
El alma tiene santidad de albura
como los pétalos de un lis.

El paisaje se duerme en su infinita
serenidad...
Y la lluvia cae lenta, cae la lluvia
infinita sobre las cosas, sin piedad.

La mañana
pone con dulce languidez de hermana
la vaguedad de su matiz.
Y al apagar su débil
tono de luz, su tono de rosa,
fluye más larga, flébil,
más dolorosa, la canción gris.

Lluvia... Melancolía!

(En el balcón, tu cabecita rubia
es como el sol de la mañana fría.)

El Corso Triste de la calle Caracas / Alejandro Dolina




de "Crónicas del Angel Gris", por Alejandro Dolina. Ilustración de Carlos Nine.


Según una difundida leyenda, el Carnaval fue alguna vez una fiesta popular, con personas disfrazadas, musica, baile, bromas y murgas. En verdad, cuesta creer semejante cosa. Como quiera que sea, la legendaria gesta ha muerto ya. Sin embargo, como silenciosas habitaciones vacías, han quedado ciertas fechas del almanaque a las que la terquedad general insiste en adjudicar la condición de carnavalesca. Esos días son utilizados no ya para festejar sino más bien para reflexionar y añorar la ausencia de la fiesta. Se trata, según se ve, de un curioso destino: pasar del entusiasmo a la nostalgia, de la pasión a la meditación, de la alegría a la tristeza. Muchos espíritus taciturnos se solazan con este estado de cosas y afirman que la farra y el desenfreno de otras épocas fueron apenas un paso previo e inevitable, cuyo noble fin se cumple ahora, en el ejercicio del recuerdo. Ilustracion de Carlos Nine
Los Hombres Sensibles de Flores simpatizaban en cierto modo con este criterio. Para ellos el Carnaval no solamente servía para seducir señoritas en las milongas sino también para pensar en el paso del tiempo.
Puede afirmarse sin caer en el infundio que esta ilustre manga de atorrantes jamás consiguio entender el sentido de los Carnavales.
Manuel Mandeb pensaba que las gentes se ponían contentas en virtud de algún suceso que todos conocían menos él. Sus amigos padecían un desconcierto de la misma clase.
Esto puede explicar la extraña conducta de los Hombres Sensibles en los corsos y en los bailes.
Durante un rato hacían fuerza para sentirse alegres: bailaban, comían chorizos, se ponían caretas, hablaban con voz finita y mojaban a las damas con pomos de colores. Después comprendían que todo aquello era inútil y entonces se iban a otros bailes, discutían con los mozos, miraban las orquestas, evocaban antiguos Carnavales y cantaban el tango Siga el Corso. Ya en la madrugada maldecían el Carnaval, se estacionaban en las esquinas desoladas y se burlaban de los caminantes que volvían a sus casas.
Pero una tarde de verano Manuel Mandeb tuvo una inspiración genial. Se le ocurrió organizar todos los años el Corso Triste de la Calle Caracas.
Se trataba de una idea interesante: Mandeb pensaba que en los Carnavales vulgares todos disimulaban la tristeza disfrazándose de personas alegres. Su proyecto consistía en adoptar disfraces y actitudes melancólicas para ver si detrás de ellos se instalaba la alegría.
"Si bajo la sonora risa del payaso se adivina siempre una lágrima, es posible que encontremos una sonrisa si sacamos nuestras caretas de víctimas"
Si el propósito de Mandeb fue lograr un clima de pesadumbre, hay que decir que lo consiguió. El Corso Triste de la Calle Caracas era francamente tenebroso. Todas las luces estaban apagadas. Los asistentes deambulaban como sombras fingiendo toda clase de sufrimientos.
Las murgas entonaban canciones trágicas y tangos de Agustín Magaldi.
Los disfraces eran lastimosos: de condenado a muerte, de novia abandonada, de jugador expulsado, de deudor hipotecario, de vendedor de libros y de intoxicado.
Con el tiempo el Corso Triste se fue haciendo más ambicioso y complejo.
Jorge Allen, el poeta, empezó a escribir versos murgueros con pretensión literaria.


"Si parliamo' del destino
bororom bobom bobom...
¿Quién conoce su camino?
Bororom borom borom....
Nadie puede contra la suerte
la última carta es la de la muerte
borobobom bombom
borobobom bombom."


Los muchachos tristes de otros barrios se acercaron poco a poco y pronto circularon carrozas de hojas secas y automóviles con las ventanillas cerradas.
En el tercer año, se constituyó un jurado y se realizaron concursos y torneos.
Las comparsas se sacaban chispas para ver cuál era la más deprimente. Los Lonyipietros del Desengaño, los Decrépitos del Mañana y Chispazos de Soledad fueron las agrupaciones más renombradas.
Las reinas del corso eran bellísismas, pero inaccesibles y perversas. El premio anual de máscara suelta lo ganó siempre el mismo individuo Hablamos -desde luego- del célebre actor Eladio del Prado, quien no tenía rival en la técnica de la caracterización.
Sus primeros disfraces fueron sencillos. Una noche apareció disfrazado de esclavo persa y todos se condolían al ver su espalda surcada de latigazos y su cuerpo encorvado bajo el peso de enormes cadenas.
Después, sus creaciones fueron más complejas. Un domingo fue cíclope y a la mañana siguiente revolucionó todo el barrio buscando el ojo que se había sacado. Fue también mendigo escocés y la gente lloraba al verlo soportar la nieve de Glasgow en la Calle Caracas.
Cuentan que Del Prado, entusiasmado por sus éxitos, resolvió seguir con sus disfraces durante todo el año. Dicen que su destreza crecía junto con su crueldad.
Una noche de invierno, los Hombres Sensibles saltaron de alegría al ver reaparecer al Tonio Berardi, el pibe que murió en Paris. Organizaron una gran fiesta, y en el momento en que alzaban las copas para celebrar la resurección, Del Prado se sacó el guardapolvo, se lavó las rodillas, volvió a poner cara de persona mayor y apareció tal cual era. El ruso Salzman estuvo dos semanas en cama y Jorge Allen casi se queda tartamudo.
EL último Carnaval del Corso Triste, Eladio Del Prado se disfrazó para siempre de recuerdo y nadie volvió a verlo por el barrio del Angel Gris.
La comisión organizadora del Corso pronto advirtió que la creación de Mandeb tenía interesantes posibilidades económicas. Esto resulta un poco sorprendente si se recuerda la nula capacidad de los Hombres Sensibles para los negocios. De cualquier manera, es un hecho que durante largos años los muchachos del Angel Gris vendieron papel picado. Emplearon la conocida técnica que ha enriquecido a tantos mercaderes: en la primera jornada las bolsitas estaban llenas de papelitos brillantes e inmaculados. Cuando terminaba la fiesta, barrían el piso y volvían a embolsar el papel. Noche tras noche, el producto se ensuciaba y envilecía, hasta que en la muerte del Carnaval las bolsitas estaban llenas de tierra, tapitas de cerveza, caramelos empezados y otras porquerías. Algunos memoriosos creen reconocer todavía hoy en los bailes de Villa del Parque, restos del papel picado primogenio que se vendía en el Corso Triste.
Para contribuir a la pesadumbre de la concurrencia, Mandeb vendía pomos llenos de lágrimas que -si ha de creerse a sus detractores- falsificaba con agua y sal.
Los Refutadores de Leyendas, en su carácter de comparsa racionalista, solían acercarse a la fiesta de la calle Caracas para buscar camorra. Todos recuerdan sus afinados pregones:


"Los Refutadores
señoras, señores,
llegan con sus ritmos
y sus silogismos.
Los desafinados
a exponer sus ilusiones
y a confrontarlas
con nuestras refutaciones..."


Las olímpicas razones de la murga encontraban muchas veces contundente respuesta y dentro de un clima polémico y agudo, solían armarse formidables peleas que -por cierto- daban lustre y renombre al Corso Triste.
Año tras año, los Carnavales de la calle Caracas fueron poniéndose más divertidos. Naturalmente, esto provocó su decadencia.
Los Hombres Sensibles de Flores, al observar el jolgorio, comprendían que el proyecto inicial iba camino del fracaso.
La sobria melancolía de los primeros tiempos iba dando paso a sonrisas complacientes cuando no a risotadas sin freno.
¡Ah! -se lamentaban- ¡Carnavales eran los de antes!
Y entonces contaban anécdotas de los corsos de antaño, austeros y silenciosos, comparándolos con la insoportable algarabía que tenían ante sus ojos.
Pero en realidad la verdadera esencia del fracaso hay que buscarla por otros rumbos.
Como ya se ha dicho, lo que buscaban Mandeb y sus amigos era un dejo de alegría que debía aparecer al quitarse la máscara trágica.
Y lo cierto es que nunca encontraron tal cosa.
Cada vez que -con toda ilusión- abandonaban sus disfraces de atormentados, encontraban debajo nuevos tormentos que, para peor, eran reales.
Por eso, comprendiendo que la dicha no estaba en el Carnaval y quizás en ninguna parte, los Hombres Sensibles disolvieron para siempre el Corso Triste de la Calle Caracas.
Hoy, cuando la fama de los muchachos del Angel Gris ya encontró su tumba en los vientos de la estación Flores, hay -aunque pocos lo adivinen- centenares de corsos tristes. Y son mucho más tristes que el de la calle Caracas, pues su tristeza es involuntaria y su propósito es la alegría.
Tal vez ha llegado el momento de comprender que los criollos no hemos nacido para ciertas fantochadas. Que se rían los brasileños. Tengamos, eso sí, fiestas y reuniones populares. Pero no dejemos de ser quienes somos. Si nuestra extraña condición nos ha hecho comprender el sentido adverso del mundo, agrupémonos para ayudarnos amistosamente a soportar la adversidad.
A lo mejor, los Carnavales de antaño, tan añorados por los animadores de la radio, no eran mas que eso: una reunión de gente triste que buscaba consuelo.

HISTORIA DEL QUE ESPERO SIETE AñOS / Alejandro Dolina



Jorge Allen, el poeta, amaba a una joven pechugona de los barrios hostiles.
Segun supo despues, alcanzo a ser feliz. Una noche de junio, la chica resolvio abandonarlo.

- No te quiero mas - le dijo.
Allen cometio entonces los peores pecados de su vida; suplico, se humillo, escribio versos horrorosos y lloro en los rincones.

La pechugona se mantuvo firme y rubrico la maniobra entreverandose con un deportista reluciente.
El poeta recobro la dignidad y empleo su tiempo en amar sin esperanzas y en recordar el pasado. Su alma se retemplo en el sufrimiento y se hizo cada vez mas sabio y bondadoso. Muchas veces soño con el regreso de la muchacha, aunque tuvo el buen tino de no esperar que tal sueño se cumpliera.

Mas tarde supo que jamas habria en su vida algo mejor que aquel amor imposible.

Sin embargo, una noche de verano, siete años y siete meses despues de su pronunciamiento, la pechugona aparecio de nuevo.

Las lagrimas le corrian por el escote cuando le confeso al poeta:
- Otra vez te quiero.
Allen nunca pudo contar con claridad lo que sintio en aquellas horas. El caso es que volvio a su casa vacio y desengañado. Quiso llorar y no pudo. Nunca mas volvio a ver a la pechugona. Y lo que es peor, nunca mas, nunca mas volvio a pensar en ella ni a soñar su regreso.

Hoy te hiciste beso / María Cristina Garay Andrade


Hoy te hiciste beso para mi antojo
Bañándote de ternezas mirándote a los ojos
De seda se hicieron las caricias de mis manos
Consintiendo los deseos de tus seductores reclamos

Tu nostalgia encontró mi amparo y me apasionó
Con el delicado calor que dispersa tu figura
En el tono de tu voz reposo bañada de dulzura
El corazón se llenó de gozo atenuando el abandono

La espera concretó el anhelado sueño
Correspondiendo a mi amor, tu amor se hizo dueño,
Sin pensarlo íntegramente cautivada a mis años
Concretamos la intimidad con palabras sin engaños.

Encontrar regocijo en tu mística hermosura
Admirar de tu figura la fragancia de frescura
Encontrando en la poesía o en la prosa la cultura
De esa alma tuya que me embelesa llena de ternura

Ese beso loco de sed que desde lejos tú percibes
No deja huella pecadora si por él te decides
Suspirando apasionado en horas silenciosas
Sabe a miel como el néctar de las rosas

Te hiciste esa unión con que a Dios se reza
Al sentirme completamente amada por tu entereza
Recordando la vez primera en soledad sonrojada
El “tuya” nace espontáneo por estar de ti enamorada

Preludio / Francisco A. de Icaza


También el alma tiene lejanías;
hay en la gradación de lo pasado
una línea en que penas y alegrías
tocan en el confín de lo soñado:
también el alma tiene lejanías.

En esos horizontes de olvido
la sujeción de la memoria pierdo
y no sé dónde empieza lo fingido
y acaba lo real de mi recuerdo
en esos horizontes del olvido.

La azul diafanidad de la distancia
en el cuadro los términos reparte;
aquí mi juventud, allá mi infancia
y entre las dos, la pátina del arte...
La azul diafanidad de la distancia.

Ese tono del tiempo, que completa
lo que en el lienzo deja la pintura,
hace rugoso el cutis de asceta,
y a la tez de la virgen da frescura
ese tono del tiempo que completa.

Pulimento y matiz del mármol terso
es en la vieja estatua, y melodía
en la cadencia rítmica del verso
donde adquiere la antigua poesía
pulimento y matiz del mármol terso...

Color de las borrosas lontananzas
es del alma en los vagos horizontes,
donde envuelve recuerdos y esperanzas
en el azul de los lejanos montes
color de las borrosas lontananzas.

La única herida / Alejandra Pizarnik




¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?

He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.

definiciones / gioconda belli


Podríamos tener una discusión sobre el amor.
Yo te diría que amo la curiosa manera
En que tu cuerpo y mi cuerpo se conocen,
Exploradores que renuevan
El más antiguo acto del conocimiento.

Diría que amo tu piel y que mi piel te ama,
Que amo la escondida torre
Que de repente se alza desafiante
Y tiembla dentro de mí
Buscando la mujer que anida
En lo más profundo de mi interior de hembra.

Diría también que amo tus ojos
Que son limpios y que también me penetran
Con vaho de ternura o de preguntas.

Diría que amo tu voz
Sobre todo cuando decís poemas,
Pero también cuando sonás serio,
Tan preocupado por entender
Este mundo tan ancho y tan ajeno.

Diría que amo encontrarte
Y sentir dentro de mí
Una mariposa presa
Aleteándome en el estómago
Y muchas ganas de reírme
De la pura alegría de que existías y estás,
De saber que te gustan las nubes
Y el aire frio de los bosques de Matagalpa.
Podríamos discutir si es serio esto que
Te digo.
Si es una quemadura leve, de segundo, tercer
O primer grado.
Si hay o no que ponerle nombre a las cosas.
Yo solo una simple frase afirmo
Te amo.

Tercer poema de amor / roque dalton


A quienes te digan
Que nuestro amor es extraordinario
Porque ha nacido
De circunstancias extraordinarias
Diles que sencillamente luchamos
Para que un amor como el nuestro
-amor entre compañeros de combate-
Llegue a ser en El Salvador
El amor más común y corriente
Casi el único.

Bastante más fácil / Luis Pescetti


14/02/2010

Bastante más fácil me resulta
ponerme a hacer cuentitas
que sentarme a oír
lo que dicta la musa, esa señorita.

Bastante más fácil, lo reconozco,
abrir la cuenta en facebook
que ensayar acordes nuevos
que revelan mi ineptitud.

Bastante más fácil actualizar
el software con que navego,
mandar mensajes por celular,
que enfrentar este desasosiego.

La pantalla es la vereda
y ahí me la paso vagando;
pero a la calle no salgo:
estoy cada vez más blanco.

Esclavo de distraerme
a mi atención la descuido, la pierdo.
A mi pareja la olvido. En la red
veré si hay pescado fresco.
No sé qué espero,
pero
ya llegará.
Ojalá.

© 2010

miércoles, 17 de febrero de 2010

Después de las fiestas / julio cortázar


Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,

eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.

sábado, 2 de enero de 2010

Réquiem con Tostadas (La muerte y otras sorpresas, 1968) Mario Benedetti



(Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó,
Uruguay, 14 de septiembre del 1920)

Sí, me llamo Eduardo. Usted me lo pregunta para entrar de algún modo en conversación, y eso puedo entenderlo. Pero usted hace mucho que me conoce, aunque de lejos. Como yo lo conozco a usted. Desde la época en que empezó a encontrarse como mi madre en el café de Larrañaga y Rivera, o en éste mismo. No crea que los espiaba. Nada de eso. Usted a lo mejor lo piensa, pero es porque no sabe toda la historia. ¿O acaso mamá se la contó?. Hace tiempo que yo tenía ganas de hablar con usted, pero no me atrevía. Así que, después de todo, le agradezco que me haya ganado de mano. ¿Y sabe por qué tenía ganas de hablar con usted?. Porque tengo la impresión de que usted es un buen tipo. Y mamá también era buena gente. No hablábamos mucho de ella y yo. En casa, o reinaba el silencio, o tenía la palabra mi padre. Pero el Viejo hablaba casi exclusivamente cuando venía borracho, o sea casi todas las noches, y entonces más bien gritaba. Los tres le teníamos miedo: mamá, mi hermanita Mirta y yo. Ahora tengo trece años y medio, y aprendí muchas cosas, entre otras que los tipos que gritan y castigan e insultan, son en el fondo unos pobres diablos. Pero entonces yo era mucho más chico y no lo sabía. Mirta no lo sabe ni siquiera ahora, pero ella es tres años menor que yo, y sé que a veces en la noche se despierta llorando. Es el miedo. ¿Usted alguna vez tuvo miedo? A Mirta siempre le parece que el Viejo va a aparecer borracho, y que se va a quitar el cinturón para pegarle. Todavía no se ha acostumbrado a la nueva situación. Yo, en cambio, he tratado de acostumbrarme.

Usted apareció hace un año y medio, pero el Viejo se emborrachaba desde hace mucho más, y no bien agarró ese vicio nos empezó a pegar a los tres. A Mirta y a mí nos daba con el cinto, duele bastante, pero a mamá le pegaba con el puño cerrado. Porque sí nomás, sin mayor motivo: porque la sopa estaba demasiado caliente, o porque estaba demasiado fría, o porque no lo había esperado despierta hasta las tres de la madrugada, o porque tenía los ojos hinchado de tanto llorar. Después, con el tiempo, mamá dejó de llorar. Yo no sé cómo hacía, pero cuando él le pegaba, ella ni siquiera se mordía los labios, y no lloraba, y eso al Viejo le daba todavía más rabia. Ella era consciente de eso, y sin embargo prefería no llorar. Usted conoció a mamá cuando ella ya había aguantado y sufrido mucho, pero sólo cuatro años antes (me acuerdo perfectamente) todavía era muy linda y tenía buenos colores. Además era una mujer fuerte. Algunas noches, cuando por fin el Viejo caía estrepitosamente y de inmediato empezaba a roncar, entre ella y yo lo levantábamos y lo llevábamos hasta la cama. Era pesadísimo, y además aquello era como levantar a un muerto. La que hacía casi toda la fuerza era ella. Yo apenas si me encargaba de sostener una pierna, con el pantalón todo embarrado y el zapato marrón con los cordones sueltos. Usted seguramente creerá que el Viejo toda la vida fue un bruto. Pero no. A papá lo destruyó una porquería que le hicieron. Y se la hizo precisamente un primo de mamá, ese que trabaja en el Municipio. Yo no supe nunca en qué consistió la porquería, pero mamá disculpaba en cierto modo los arranques del Viejo porque ella se sentía un poco responsable de que alguien de su propia familia lo hubiera perjudicado en aquella forma.

No supe nunca qué clase de porquería le hizo, pero la verdad era que papá, cada vez que se emborrachaba, se lo reprochaba como si ella fuese la única culpable. Antes de la porquería, nosotros vivíamos muy bien. No en cuanto a la plata, porque tanto yo como mi hermana nacimos en el mismo apartamento (casi un conventillo) junto a Villa Dolores, el sueldo de papá nunca alcanzó para nada, y mamá siempre tuvo que hacer milagros para darnos de comer y comprarnos de vez en cuando alguna tricota o algún par de alpargatas. Hubo muchos días en que pasábamos hambre (si viera qué feo es pasar hambre), pero en esa época por lo menos había paz. El Viejo no se emborrachaba, ni nos pegaba, y a veces hasta nos llevaba a la metinée. Algún raro domingo en que había plata. Yo creo que ellos nunca se quisieron demasiado. Eran muy distintos. Aún antes de la porquería, cuando papá todavía no tomaba, ya era un tipo bastante alunado. A veces se levantaba al mediodía y no le hablaba a nadie, pero por lo menos no nos pegaba ni la insultaba a mamá. Ojalá hubiera seguido así toda la vida.

Claro que después vino la porquería y él se derrumbó, y empezó a ir al boliche y a llegar siempre después de media noche, con un olor a grapa que apestaba. En los últimos tiempos todavía era peor, porque también se emborrachaba de día y ni siquiera nos dejaba ese respiro. Estoy seguro de que los vecinos escuchaban todos los gritos, pero nadie decía nada, claro, porque papá es un hombre grandote y le tenían miedo. También yo le tenía miedo, no sólo por mi y por Mirta, sino especialmente por mamá. A veces yo no iba a la escuela, no para hacer la rabona, sino para quedarme rondando la casa, ya que siempre temía que el Viejo llegara durante el día, más borracho que de costumbre, y la moliera a golpes.

Yo no la podía defender, usted ve lo flaco y menudo que soy, y todavía entonces lo era más, pero quería estar cerca para avisar a la policía. ¿Usted se enteró de que ni papá ni mamá eran de ese ambiente?. Mis abuelos de uno y otro lado, no diré que tienen plata, pero por lo menos viven en lugares decentes, con balcones a la calle y cuartos con bidet y bañera. Después que pasó todo, Mirta se fue a vivir con mi abuela Juana, la madre de mi papá, y yo estoy por ahora en casa de mi abuela Blanca, la madre de mamá. Ahora casi se pelearon por recogernos, pero cuando papá y mamá se casaron, ellas se habían opuesto a ese matrimonio (ahora pienso que a lo mejor tenían razón) y cortaron las relaciones con nosotros. Digo nosotros, porque papá y mamá se casaron cuando yo ya tenía seis meses. Eso me lo contaron una vez en la escuela, y yo le reventé la nariz al Beto, pero cuando se lo pregunté a mamá, ella me dijo que era cierto. Bueno, yo tenía ganas de hablar con usted, porque (no sé qué cara va a poner) usted fue importante para mí, sencillamente porque fue importante para mi mamá.

Yo la quise bastante, como es natural, pero creo que nunca podré decírselo. Teníamos siempre tanto miedo, que no nos quedaba tiempo para mimos. Sin embargo, cuando ella no me veía, yo la miraba y sentía no sé qué, algo así como una emoción que no era lástima, sino una mezcla de cariño y también de rabia por verla todavía joven y tan acabada, tan agobiada por una culpa que no era suya, y por un castigo que no se merecía. Usted a lo mejor se dio cuenta, pero yo le aseguro que mi madre era inteligente, por cierto bastante más que mi padre, creo, y eso era para mi lo peor: saber que ella veía esa vida horrible con los ojos bien abiertos, porque ni la miseria ni los golpes ni siquiera el hambre, consiguieron nunca embrutecerla. La ponían triste, eso sí. A veces se le formaban unas ojeras casi azules, pero se enojaba cuando yo le preguntaba si le pasaba algo. En realidad, se hacía la enojada. Nunca la vi realmente mala conmigo. Ni con nadie. Pero antes de que usted apareciera, yo había notado que cada vez estaba más deprimida, más apagada, más sola. Tal vez por eso fue que pude notar mejor la diferencia. Además, una noche llegó un poco tarde (aunque siempre mucho antes que papá) y me miró de una manera distinta, tan distinta que yo me di cuenta de que algo sucedía. Como si por primera vez se enterara de que yo era capaz de comprenderla. Me abrazó fuerte, como con vergüenza, y después me sonrió. ¿Usted se acuerda de su sonrisa? Yo sí me acuerdo.

A mí me preocupó tanto ese cambio, que falté dos o tres veces al trabajo (en los últimos tiempos hacía el reparto de un almacén) para seguirla y saber de qué se trataba. Fue entonces que los vi. A usted y a ella. Yo también me quedé contento. La gente puede pensar que soy un desalmado, y quizá no esté bien eso de haberme alegrado porque mi madre engañaba a mi padre. Puede pensarlo. Por eso nunca lo digo. Con usted es distinto. Usted la quería. Y eso para mí fue algo así como una suerte. Porque ella se merecía que la quisieran. Usted la quería ¿verdad que sí? Yo los vi muchas veces y estoy casi seguro. Claro que al Viejo también trato de comprenderlo. Es difícil, pero trato. Nunca lo pude odiar, ¿me entiende? Será porque, pese a lo que hizo, sigue siendo mi padre. Cuando nos pegaba, a Mirta y a mi, o cuando arremetía contra mamá, en medio de mi terror yo sentía lástima. Lástima por él, por ella, por Mirta, por mí. También la siento ahora, ahora que él ha matado a mamá y quién sabe por cuanto tiempo estará preso. Al principio, no quería que yo fuese, pero hace por lo menos un mes que voy a visitarlo a Miquelete y acepta verme. Me resulta extraño verlo al natural, quiero decir sin encontrarlo borracho. Me mira, y la mayoría de las veces no dice nada. Yo creo que cuando salga, ya no me va a pegar. Además, yo seré un hombre, a lo mejor me habré casado y hasta tendré hijos. Pero yo a mis hijos no les pegaré, ¿no le parece? Además estoy seguro de que papá no habría hecho lo que hizo si no hubiese estado tan borracho.

¿O usted cree lo contrario? ¿Usted cree que, de todos modos hubiera matado a mamá esa tarde en que, por seguirme y castigarme a mí, dio finalmente con ustedes dos? No me parece. Fíjese que a usted no le hizo nada. Sólo más tarde, cuando tomó más grapa que de costumbre, fue que arremetió contra mamá. Yo pienso que, en otras condiciones, él habría comprendido que mamá necesitaba cariño, necesitaba simpatía, y que él en cambio sólo le había dado golpes. Porque mamá era buena. Usted debe saberlo tan bien como yo. Por eso, hace un rato, cuando usted se me acercó y me invitó a tomar un capuchino con tostadas, aquí en el mismo café donde se citaba con ella, yo sentí que tenía que contarle todo esto. A lo mejor usted no lo sabía, o sólo sabía una parte, porque mamá era muy callada y sobre todo no le gustaba hablar de sí misma. Ahora estoy seguro de que hice bien. Porque usted está llorando, y, ya que mamá está muerta, eso es algo así como un premio para ella, que no lloraba nunca.

Viva la Revolución

¡Primero de Enero!

Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores.
Se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores y cantan los huesos.

Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana.

Mueve el entusiasmo balcones y aceras,
grita desde el marco de cada ventana.

A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos: se abre la alegría
como rosa roja en los corazones
de madres enfermas de melancolía:

Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes
con trajes olivo bajan de las lomas,
y por su dulzura los héroes triunfantes
parecen armadas y bravas palomas.

Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío
por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío.

Vienen con un triunfo de fusil y arado.
Vienen con sonrisa de hermano y amigo.

Vienen con fragancia de vida rural.
Vienen con las armas que al ciego enemigo
quitó el ideal.

Vienen con el ansia del pueblo encendido.
Vienen con el aire y el amanecer
y, sencillamente, como el que ha cumplido
un simple deber.

No importa el insecto, no importa la espina,
la sed consolada con parra del monte,
el viento, la lluvia, la mano asesina
siempre amenazando en el horizonte.

¡Sólo importa Cuba! Sólo importa el sueño
de cambiar la suerte.
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño
ni viene asombrado de tutear la muerte!

Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración,
que ven a un rey mago, rejuvenecido,
y con cinco días de anticipación.

Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos.
Alumbran su rostro cien fuegos de gloria.

Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia.

Pasan las marianas sin otras coronas
que sus sacrificios: cubanas marciales,
gardenias que un día se hicieron leonas
al beso de doña Mariana Grajales.

Con los invasores, pasa el Che Guevara,
Alma de los Andes que trepó el Turquino,
San Martín quemante sobre Santa Clara,
Maceo del Plata, Gómez argentino.

Ya entre los mambises del bravío Oriente,
Sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:
ya vemos... ya vemos la cálida frente,
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.

Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,
Y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,
Ciudades heridas, que serán curadas,
y tendrán un cielo sereno y azul.

¡Fidel, fidelísimo retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó las espinas del llano,
y ahora riega orquídeas, flores de montaña.

Y esto que las hieles se volvieran miel,
se llama...
¡Fidel!

Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
se llama...
¡Fidel!

Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,
se llama...
¡Fidel!

y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
y esto, esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre...
¡Fidel Castro Ruz!

Jesús Orta Ruíz, el indio Naborí, enero de 1959

 
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