Hechizos, Laura Devetach
Sidonia sostiene que hay días en que el diablo anda suelto, tal como decía su abuela.
Sostiene que es el que sopla los malos vientos y hace remolinos en las esquinas, mete la cola en las computadoras, empuja a las palomas para que hagan caca sobre la gente. Y otras cosas mucho peores.
Por eso ella murmura hechizos de palabras contra él:
- Que se le achiquen los zapatos para que no dejen de morderlo en lugares donde no se los pueda sacar.
- Que el mosquito de las noches húmedas le pique en cada nudillo, cada vez que intente dormirse.
- Que lo que tiene que entrar por la boca le entre por la nariz.
- Que el bocado hirviendo se instale en el lugar donde duele el corazón.
- Que los dientes se le conviertan en dientes de ajo y tenga que escupir silencios cuando esté lleno de palabras.
- Que el diablo se vaya al diablo –termina.
Y ése es, quizás, el más eficaz de sus hechizos. Sobre todo cuando ella sabe muy bien nombre y apellido del diablo con el que está tratando.
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