La dama del mar - Marcela Perez silva


Nado. Mi cabeza va cortando el agua y abriendo el sendero por donde
deslizará mi cuerpo. Mi pelo flota y nada y baila sedoso, sin
enredarse, como las plumas de los peces. Mi cuerpo es hermoso y
pareciera que nunca hubiera conocido otro elemento que el mar. Mis
brazos –fuertes- son timones; mis piernas resplandecen de azul. Mi
piel entera se ilumina: húmeda, fosforescente, animala marina. Soy
bella y soy agua. Nunca fui sirena, fui sí pescada, soy mujer. Mujer
y amante del mar.

El mar me posee y me contiene. Me entra, me puebla, me desparrama, me
ahoga, me nace, me trasciende. Me moja toda, el mar; y huye pegado a
mi cuerpo: en gotitas, en chorros, en lagunas. Me ha fecundado el mar,
me ha entrado dentro. Pariré hijos de agua y de mujer. Pariré peces.

Jamás fue mío, el mar; ni suya he sido nunca. Ni lo vencí, ni fui por
él conquistada. Para siempre se llamará él, Mar; y yo Mujer, para
siempre. Ninguno de los dos llevará el nombre del otro. Y todavía, el
cuerpo mío ha quedado marcado de mar, y sus aguas, de mieles de hembra
de la tierra, teñidas para siempre. Porque juntos naufragamos en la
noche (yo en el mar, él entre mis piernas) y juntos hemos vuelto a la
vida (él al mar, yo a mis versos para seguir muriendo).

La palabra aquella, contiene todos los mares y todas las mujeres del
planeta. La palabra aquella: la maldita, la impronunciable.

viernes, 20 de mayo de 2011

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