se nos fue benedetti...



Primero que todo

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace en menos tiempo de lo esperado.

Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.

Me gusta la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.

Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables.

Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.

Me gusta la gente que al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente; a éstos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente fiel y persistente, que no fallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Me gusta la gente que trabaja por resultados. Con gente como esa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.

domingo, 17 de mayo de 2009

ésta también es la nieve / isbel díaz


EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE
Isbel Díaz

ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE

este paisaje partido
que se torna tiempo ido
para que en su herida abreve
el sol,
página que leve-
mente es vuelta,
que no arranca
su signo ni su faz blanca
de la matriz que la acoge,
sino que como un deshoje
de almendro sobrio se estanca,
se acendra en el suelo crudo
y expira,
el árbol no arruina
con su muerte la divina
natura,
manchar no pudo
el espliego ni el escudo
en que el hombre limpio bebe:
es su virtud.
No se debe
lanzar la muerte al barranco.
El hielo no es sólo blanco:
esta también es la nieve.

VIENE COMO EN UN CARDUMEN MI DESTINO / isbel díaz


EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE
Isbel Díaz

VIENE COMO EN UN CARDUMEN MI DESTINO

rafagando la vereda aclarecida,
vienen las opciones, ¡ay de aquel que pida
intermedio para degustar su vino!

Yo candoroso pensaba que mi sino
resuelto estaba, que las negras estrellas
del azar, las hilanderas, no eran ellas,
pero amagos del infortunio común
que se intercala en los días, mas aún
esas barajas profieren hondas huellas.

El encausto que restaña la salida
de mis lirios pobres hacia el blanco altar
no es celda, ni broche abyecto, ni bogar
en la rueda repetida de la vida:
una palabra es, y que no por leída
encandece menos mi visor tensado,
una palabra fosca que nubla el prado
donde se espigaba mi audaz pasionaria
desplegando sus vidrios, cantando el aria
de la albura, mas desconociendo el hado.

Sólo ahora, después del sismo, penetro
de la palabra la enjundia que me aterra,
y es la extorsión de mi albedrío, una sierra
trozante, suplicio, contundente cetro,
imagen truncada y por la cual perpetro
sin paz el crimen nefando del rencor.
¿Dónde habita la nieve? ¿acaso es mejor
desmontar toda fiereza fabulosa?
¿acaso aspira el río serena poza
donde escanciar su cauce y guardar la flor?

Existe un silencio que no calla, dice
con su danza velar amarga respuesta,
así a la palabra derrota, se gesta
un lauro-nube dentro del vientre y se
perfuma de helor, al arbitrio bendice
y a la vez la calma acude, sacerdote.
No hay dualidad, es del amor el rebote,
es la rama bisoña que estrena el olmo
ya seco, ya vencido y que, para colmo
de agostamiento, Machado ostenta en dote.

si en la pobreza de este espacio / isbel díaz


EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE
Isbel Díaz

SI EN LA POBREZA DE ESTE ESPACIO

la luz vista no resulta hermosa,
si al acercarte los diamantes se apagan
como pizzicati leves al caer:
qué pueden mis versos, más desnudos aún,
qué pueden los minúsculos perros que dispongo
si sus platos son mis propias nadas, mis caricias.
No hallarás más que ofrendas ya extintas
en mis altares,
tablones náufragos recogidos en las mañanas
cuando el agua trae los despojos del sargazo y la noche,

y quizás no te alumbren
y al tocar mi mesa se instale un cadáver en tu palma,
una opacidad que llamas vacío,

y es que no verás la sonrisa enraizada del rescoldo
ni el frío en la piel irá a significar sus lecturas y viajes infinitos,
serán sólo lívidas hambrunas en mi cuerpo, mis marcas.

Pasarán sin nombre las cuerdas amadas y sus lutos,
pero será un silencio inatrapable
que desde ahora no resistes,
que ya repeles en tu rama sin silbos.

Abro mi guitarra del aire, sin afeites ni esmaltes,
un nombre sueno que puede blanquear hasta
los patios traseros como un jabón muy pobre

y nada ves aún,
y al acercarte los diamantes se extinguen.

éxodo / isbel díaz


EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE
Isbel Díaz

ÉXODO

Voy a sacarlos de este país y a llevarlos
a una tierra grande y buena, donde
la leche y la miel corren como el agua.
Éxodo 3.8

De los naufragios conocerás,
de las artes como piras que consumen,
y no encuentro qué estrella darte en tu éxodo,
cómo empaquetar mi umbral --madre para las lluvias--
entre tus colecciones y libros apuñalados.
Cuando Egipto dejes de respirar y sus arenas
en la espalda de algún amante encuentres,
cuando frente a un mar cualquiera nombres:
Egipto, Ítaca, Colón,
ya no sabré dónde esconder la culpa:
esta tierra pequeña donde la leche y la miel escasean tanto
y tanto escasea el ala.
No existen pertrechos luminosos en este junco,
sus bordas, las aguas que corta, son los desiertos de Shur, del Sinaí,
todas las arenas hasta Canaán marcándose en tus plantas.
Subirán soles forasteros hermanos de mi sol
que dejarán otras marcas en tu capa
y la sal cristales distintos formará
en las cavernas que alguna vez entreví,
cuando vomitabas tu desarraigo y tus flores y tu abuela-reina
que escaló también en mí, sí, con su voz
que eras tú sobre la cama de todos nosotros.

¿Cómo se despiden las aves, los cuadros de las paredes, las mantas?
se miran en el silencio quizás,
y sin romper nada zarpan hacia el tiempo,
como unos reyes elfos que desconocen la muerte,
como unas botellas vacías y sin filos.

Conocerás de los naufragios, entendámonos,
no habrán asideros mejores que tus versos hincando el suelo,
como hoy,
y esas bestias salvadoras habitarán siempre
el país que cargas a la espalda,
con sus panes, pero con sus traiciones.
Soy uno de esos monstruos que te apoyan,
que salvan, cuando miras,
el paisaje más despejado para tu frente,
pero me destierro sin moverme en este recinto,
como si quedaran átomos limpios en este espacio tras tu fuga.

en los meandros nítidos del oro / isbel díaz


EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE
Isbel Díaz

EN LOS MEANDROS NÍTIDOS DEL ORO

donde las palmas abruman fieles
la mirada, las viriles mieles
de la carne, el ave: yo demoro.
Yo la espantada sangre atesoro
en mi grial apenado, en mi verso,
y a la palabra entrego el reverso
de mi espacio todo.

Permanente
es el miedo, las costras, la gente
que ansía escapar de este universo
por mí habitado en constante lucha.
Mas sus balsas en la noche miro,
que son del palmar espejo, tiro
mortal para mi alma, es pena mucha;
y como escriba quedo a la escucha
de aquellos irretornables remos

--¿Dónde van? ¿Cómo hallarlos podremos
después, cuando los pífanos cedan?--

pero se diluyen igual, vedan
el retorno al amnios: los perdemos.

Este pan que el paladar afrenta
mientras la siguiente hogaza cuece
el azar, aunque el destino no se
halla más que en el ser, en la cruenta
sombra que somos, en la violenta
luz que despejar el cauce ansía:
este pan no me ama, es una vía
para atar las alas de mi embrión
y seguir obnubilado el son
del discurso que a los otros guía.

Cala en mi frente la costa oscura,
mas la guitarra, el rincón del musgo,
el céfiro lento que no juzgo
por enardecer mi prematura
faz provecta, otra y otra espesura
que recorrer agostando anhelos:
esos cardinales paralelos
de mi marcha y también de mi estadio,
fundan mi pirámide en el radio
en que costa es cuna ya sin velos.

La acequia donde los bueyes braman
sus torvas arcadas, absolutos,
lazos para amarrarse a los lutos
que el día ostenta ante los que aman,
esos mismos monstruos aquí claman
por fulgir en los textos que asiento,
y ese brillo excarcela el aliento
en mis alvéolos oprimido:
yo no intento escapar, no, yo pido
mesar el ojo cruel con el viento.

Viento de duda y de orilla, timbre
en la puerta de la mina gris,
eso intento, yo capto el desliz
que humana el bordón, logro que cimbre
la víscera en la silla de mimbre,
y canto el gallo que está en el lienzo
para limpiarme del indefenso
rostro que porta el perdón manchado,
no es que me quiera beber el lado
rompible del sol, pero lo pienso.

diatriba por un reino / isbel díaz


EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE
Isbel Díaz

DIATRIBA POR UN REINO
Puedo antorchas vehementes esgrimir
contra quien te pretende en la corteza,
contra quien esboza, mientras te besa
el nombre, una burla con el reír.

Puedo igual figurar mi maldecir
en la maldición de quien escondido
agrieta la nieve, asimismo pido
para aquella decapitada alma:
perdón, una noticia alegre, palma
donde fundar un no robado nido.

La belleza imposible sea dicha
en recipientes armados,
de oros
han de ser los labios que canten coros
para no herir lo claro.
Si la ficha
es movida tenaz ya no hay desdicha
en la yerba,
la piedra que te envuelve
busca desdorada su haz y resuelve
que el templo, la jungla maravillada
se descobije intacta, y la mirada
cana entonces de la belleza vuelve.

No resiste mi espalda más injurias
ni más regalos,
ya no más resiste,
que el agua destilada se me embiste
y corrupta no es agua, sino furia
con sombra de voz y carne, lujuria
del pez castrado que de tarde en tarde
la piedra-mar fornica con alarde.
Siéntome y respiro.
Es esta la costa
que ampara ambos caldos, esta la imposta,
piélago de la isla que en mí arde.

ésta también es la nieve / primer poema / isbel díaz


EL PLACER DE LOS ADVERTIDOS
ÉSTA TAMBIÉN ES LA NIEVE
Isbel Díaz

PRIMER POEMA

Entre bambalinas, al perfil de la luz
para no caer de vuelta al stage,
me penetra la honesta calle de los mendigos.

Los dulces mendigos,
de los que siempre conocer quisimos el hermano, la madre pobre,
el maestro de la escuela cargada en la nostalgia:
odio falaz para azuzar sus injurias cada hora
o su ya perdonada blasfemia al pórtico de las felicidades.

Cómo me perdonan, al rascarse en esa latitud apenas avizorada,
esplenden con la nieve al fondo
--homogeneizadora nieve, la de Charlot dignamente hambriento--
y se condensan lágrimas en el azur
para mirarme después del brillo y permanecer
aceptando mis vestiduras dignas.

El rumiar de los mendigos descascara los contenes,
silencia el exterior de la plaza hasta poblarla,
y si entonces el párpado se yergue en un desove agónico
para mirar el brazo de quien distante pasa,
se desclavan pues por sobre los ojos los maderos luctuosos del recuerdo
y vislumbran al Padre, culpable de la malograda fuga,
de los ebrios bancos arribados después
como unos puentes en la seducción,
como unos puentes levantados tras el fog
y la serenata verdegris, como unos puentes, oh dios.

La calle de los mendigos amamanta sus perros
y escapa, tullido mago que tortura sus artes y desciende
a otorgar sobre los harapos el polvo perdido,
el asentamiento para acoger la noche
que navega con qué aplomo en la insonoridad de la bruma.

El quebrar del alba no es señal danzante para el llagado,
ya vendrán los pájaros al clarear, mas los huesos no han de volar así,
la mañana no es de todos los que asisten a las nupcias,
lo veo desde mi guardado asiento,
lo veo y me callo como el que duerme.

elogio a la danza / NANCY MOREJÓN



(A Leo Brouwer)

El viento sopla
Como un niño
Y los aires jadean
En la selva, en el mar.
Entras y sales
Con el viento,
Soplas la llama fría:
Velos de luna soplas tú
Y las flores y el musgo
Van latiendo en el viento.
Y el cuerpo
Al filo del agua
Al filo del viento
En el eterno signo de la danza.

 
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