Redondillas De amor / Sor Juana Inés de la Cruz


Este amoroso tormento que en mi corazón se ve, sé lo que siento, y no sé la causa porque lo siento. Siento una grave agonía por lograr un devaneo, que empieza como deseo y acaba en melancolía. Y cuando con más terneza mi infeliz estado lloro, sé que estoy triste, e ignoro la causa de mi tristeza. Siento un anhelo tirano por la ocasión a que aspiro, y cuando cerca la miro yo misma aparto la mano. Porque, si acaso se ofrece, después de tanto desvelo, la desazona el recelo o el susto la desvanece. Y si alguna vez sin susto consigo tal posesión, cualquiera leve ocasión me malogra todo el gusto. Siento mal del mismo bien con receloso temor, y me obliga el mismo amor tal vez a mostrar desdén. Cualquier leve ocasión labra en mi pecho, de manera que el que imposibles venciera se irrita de una palabra. Con poca causa ofendida suelo, en mitad de mi amor, negar un leve favor a quien le diera la vida. Ya sufrida, ya irritada, con contrarias penas lucho: que por él sufriré mucho, y con él sufriré nada. No sé en qué lógica cabe el que tal cuestión se pruebe: que por él lo grave es leve, y con él lo leve es grave. Sin bastantes fundamentos forman mis tristes cuidados, de conceptos engañados un monte de sentimientos. Y en aquél fiero conjunto hallo, cuando se derriba, que aquella máquina altiva sólo estriba en un punto. Tal vez el dolor me engaña y presumo, sin razón, que no habrá satisfacción que pueda templar mi saña. Y cuando a averiguar llego el agravio porque riño es como espanto de niño que para en burlas y juego. Y aunque el desengaño toco, con la misma pena lucho, de ver que padezco mucho padeciendo por tan poco. A vengarse se abalanza tal vez el alma ofendida; y después, arrepentida, toma de mí otra venganza. Y si al desdén satisfago, es con tan ambiguo error, que yo pienso que es rigor y se remata en halago. Hasta el labio desatento suele, equívoco, tal vez, por usar de la altivez encontrar el rendimiento. Cuando por soñada culpa con más enojo me incito, yo le acrimino el delito y le busco la disculpa. No huyo el mal, ni busco el bien: por que en mi confuso error, ni me asegura el amor ni me despecha el desdén. En mi ciego devaneo, bien hallada con mi engaño, solicito el desengaño y no encontrarlo deseo. Si alguno mis quejas oye, más a decirlas me obliga, porque me las contradiga que no porque las apoye. Porque si con la pasión algo contra mi amor digo, es mi mayor enemigo quien me concede razón. Y si acaso en mi provecho hallo la razón propicia, me embaraza la justicia y ando cediendo el derecho. Nunca hallo gusto cumplido, porque entre alivio y dolor hallo culpa en el amor y disculpa en el olvido. Esto de mi pena dura es algo del dolor fiero; y mucho más no refiero porque pasa de locura. Si acaso me contradigo en
este confuso error, aquél que tuviese amor entenderá lo que digo.

martes, 16 de junio de 2009

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