Cuento breve con moraleja / Rodolfo Bassarsky


Quise hacerle un homenaje a la Brevedad. Por eso cuando tuve a mi hijo lo llamé Nicasio. ¿Qué mejor homenaje puede concebirse? Me sentí un verdadero triunfador. Alguien que frente a un desafío casi imposible supo encontrar la solución acertada, impecable. Mi antiguo amigo Pipino, amigo también de la Brevedad, creyó ponerle a su hijo el nombre más breve posible. Lo llamó O. Rivalizaba con él su amigo Pulgarcito, también del círculo de mis amistades, quien ni corto ni perezoso, llamó a su propio hijo con una aparente alusión a las horas: Casio. Es decir menos que la O del hijo de Pipino. Nadie hasta ahora pudo batir mi ingeniosa apología. Mi hijo es menos que un trozo de O. Con lo que se pone en evidencia una curiosa paradoja: cuanto más largo el nombre, más breve. En ocasiones será necesario ser abundante, explicarlo bien, para ser al mismo tiempo sintético y preciso.

miércoles, 10 de junio de 2009

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