poemas emigrantes... diego cazar

(fragmento del libro Caleidoscopio)


IV
bum, bum, bum, bum…
se escuchan sus pasos telúricos.
son los plantígrados blancos,
banderas raídas en mano,
prosodia, monodia, parodia, melodia.
izan acentos en hipos diacríticos
de piesplanos y complejos de estrellita.
bum, bum...
son ellos, seguro.
ya sus talantes se oyen:
podios por colmillos,
bombos y platillos,
corbatas por trompa,
bandada de corazas,
colosos incorruptos incordios antiadjetivistas...
pero, mesurados militantes de algo chatarra.
son los elefantes pálidos
bum, bum, bum, bum,
bla, bla...
dicen sus orejas aspavientos
al ejecutar el roce social,
requisito del poeta cauto,
como todo gran cacao;
con su cercanía de plomo casimir
y el marfil de sus solapas somníferas
marcan la esfera de su terreno
y recuerdan orgullosos tzantzas de antaño,
actualizan ideologías en antologías
y membresías tácitas junto al pisapapeles.
frente amplia, posición correcta y bien derecha, pose.
detrás del buró.
bum, bla, bum,
bla, bla, bla...
sí, se aproximan juntos.
elevo la mirada
hasta dislocar el hilo del títere que me han hecho.
se desata mi calavera
y rueda a sus pies
fingiéndose ratón.
y, tal como la reina o el líquido rosa:
the show must go on.
VIII
el cantautor empuña la guitarra
como en los tiempos de juglaría,
apunta,
dispara,
hiere,
taconea las palabras y quiebra la voz.
como todo quiebre,
suena sedes y hambrunas
y mira el sol del cañón
que se avienta sobre su coronilla,
y enfoca objetivos sin ver enfrente más que mar adentro,
intuitivo.
como toda quebrada,
suda y gimotea;
aplauden mareas,
plasman chasquidos,
placeres se plagian placentas plantas de plexos plenos
con sus dendritas ávidas.
la trayectoria del proyectil se bifurca,
arranca risas,
compás de la luz sobre la escena;
hace de las palmas aleteos,
regocijos en las silbatinas tribales,
la terapia avanza trepidante y circunda:
mi
si
sol
re
la
mi
con la nota de-caída besa la frente de la canción
y sorbe su afable lengua,
a quemarropa el recital.
el cantautor sostenido desnuda y deshalaga,
como el muerte-metal,
diciendo tinieblas horrores,
sangre, leche y desarraigos;
¡qué no queremos ver, pues!
que ciegos vemos más lejos y cojos marchamos combativos,
y mancos
-así en Santiago como en el cielo-
nos perpetuamos;
y ancianos... ancianos en bemoles y menores.
ronronea, cantautor,
arrima la culata de tu guitarra en mi hombro,
que voy llorando.
IX
padre nuestro
que estás en los cielos rasos y en los suelos enjutos,
santificado sea tu anonimato;
venga a nosotros el reino vigente,
ajeno,
hágase la voluntad de la seda y la moneda,
en la tierra como en la guerra y con ella.
como era en el principio, ahora y siempre, per saecula saeculorum.
¡amen!
danos hoy la miga que nos quitaron mañana
tus doce histriones de historieta,
porque fue su última cena,
no la nuestra.
yo te absuelvo, te disuelvo y te resuelvo
por felón, con ficción y en mentira de hoguera,
como también vos castigaste,
en tu infinita misericordia omnisapiente,
a todos nuestros dioses en nuestros cuerpos prohibidos.
déjanos caer para verte a la cara,
para tentarte como a mí mismo
y librarte del mal trago que te jugó la verdad.
¡amen!
y no busquen las tildes.
XI
acudo ayer a la cita sofista
y aprendo a decir ayer:
ayer será la eclosión,
ayer me engendrarán,
ayer pariré a mi madre...
aprendo que nada se queda,
que nadie vela por sí,
ni por ti, ni por mí,
que el lumpen común está vivo
aun cuando me leven y me consuman,
y que nos mana como pus aromada,
y que nos mama como luz.
lo que nada se queda fotografiado de memoria;
y mi yotúélellanosvosellosellas,
en la sempiterna agonía de ser social,
vástago de la célula divisible
desde que emigraron los protones,
sigue tras cosas invisibles
a pesar del desarrollo.
y me acojo a la onda expansiva
de despertenecerme en caravana,
si mis cilios se fugan y enviudan mis telas de aruños;
de paso evito la vejez.
aprendo a aprender a alejarme de los pocos,
de las burbujas de los sabios,
para volver con los innúmeros adonde nadie sabe,
adonde poco se sabe;
adonde nadie sé,
donde poco sé.
aprendo de memoria el color del asfalto,
la bofetada hormonal,
el sabor a mentira que tiene la vida,
los puentes, los ríos,
los buenos y los malos,
la compasiva malevolencia,
la depravada caridad,
la vergüenza en manos de las vísceras.
aprendo que a todos nos confundieron,
que nos confundimos,
que somos el error en el que confiamos.
que por negar al dios rosado escupimos lo bello,
lo ínfimo;
otros corretean detrás del escualo: la mente,
para no dejarse alcanzar
por la cola de un quinde,
por la vergüenza de desatar el cogote a punta de llanto...
aprendo a ser justo y no cuesta mucho
cuando es nimio todo latido;
entonces desaprendo la justeza
a punta de cincel y felonía.
aprendo a maullar de noche
y a contener el llanto en los zapatos
para desatar la garganta;
y el sabor a verdad que tienen los secretos,
y que la fe es la más bella atea,
la del nombre prostituto y asesino
que se escabulle silente
en el badajo anónimo de todos los impíos.
aprendo a quererte cuando menos lo mereces
y me deshojo.
XIII
cual travesura supraterrena
me comí los pasquines de la esquina
con hambre gatuna y sal prieta,
seguro de escupirlos.
ese lunar ermitaño tuvo manos y miró,
su ademán erotizó mi momento ido
y bajé para subir a lamer y amasar.
su monólogo anónimo hizo el tablado suave,
se reclinó ínfimo y me dio su cosmos
a cucharadas.
ese, tan pequeño héroe, fue capaz del gozo:
bocado de mi mejor ágape.
a voz en cuello ejercí mi defensa
ante impávidos jurados inocentes,
supliqué que escrutaran en mí,
que tradujeran mis grafos y glifos
y que me tomaran juramento,
pero las leyes no amparaban tal cárcavo.
cumplo sentencia de misántropo
sin posibilidad de fuga ni de fianza,
levito como ánima prófuga,
sin latidos ni flujos
hasta que se me seque la saliva,
hasta pintar el sol de salinas fascistas y verborrea.
pero estoy absuelto,
me absolvió la nigromante de estos versos
con su vara biflora y su diluviana duna
que fue mi cuna de otra época.
fue después cuando me acusó.
sabía lo que hacía:
convencía a mis huestes de la culpa,
seducía con la llegada de sus gatos y condenaba.
pero ando en pena
con mis caros dedos de puntillas
sin saber si ando,
sin dolerme,
con el dolor omnímodo que sorbe los otros,
con la filigrana de las boas,
que es el silencio.
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(del recital colectivo El Chorizo. 18 de julio de 2006)

años de máchica, chapo y recalentaditos...
los años de la abuela se cuelgan aún del capulí del patio trasero,
se columpian en los quioscos del centro,
en todos los ahijados que dejó en cada feria libre de esta ciudad,
en las plantas,
en las eternas andanzas del barrio.
años de baños de tina bajo sol quiteño,
malgenio y pan.
las uñas de la abuela no rasgaban, cincelaban.
cantaba para mentirle al dolor
con la más bella mentira que es el canto,
parecía verdad su voz
hasta cuando la desmentía con llanto.
años de rabias, sabias ausencias y adioses...
años amarillos con viento de naranja,
para robar las flores de las casas vecinas,
para jugar a las escondidas,
para enfurecer al abuelo...
años idos y no 'volvidos'.
años de radiola,
baños de brazos grandes...
cosecho capulíes y deshojo azúcar
con la abuela y sus vivanderas de antaño, c
on su guiño a la edad...

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VI

¡oh ley!,
prostituta púber
vestida de marañas desnudas,
pudorosa abrigas tu frío de folios
con aire acondicionado y gas...
y lloras.

te arden los huesos
aunque fueran las kipas con que desequilibras tus balanzas
las que te yerguen.

¡oh ley!,
hembra soroche sangrante,
cómo amar tu desidia,
tu baratillo,
tu mercader de pulgas
que saca la lengua en tu boca baja;
como inmolarme en tu nombre,
numerado escupitajo peregrino,
si por principios nada termina,
si de ley eres mentira.

VII

tus senos sentados descansan en mis hombros,
guiñan sus pupilas y fijan su atención...

¡natura, sabia natura!

los colgados se mecen en hipnóticas fugas,dibujan dibujos niños y, umbilicales, buscan lactarnos.

jueves, 9 de octubre de 2008

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