roberto viña

COLLAGE DE PARAFILIAS
Roberto Viña

¿Qué libros, qué palabras y qué letras son más santas, más dignas y reverendas, que las de la Divina Escritura? Y sin embargo ha ocurrido que, leyéndolas, algunos no sólo se han perdido a si mismos, sino que han sido la perdición de otros...
G. Boccaccio.


OBITUARIO DE JACK

a Anne

...continúan los asesinatos brutales a prostitutas en el distrito de White Chapel…
Daily Telegraph, Londres, Diciembre 1888



La víctima
no es aún la víctima;
es sólo una mujer ardiendo
en otros brazos...
Luis Rogelio Nogueras

¡Son tantos orgasmos de seda presos
en la cumbre de tus senos!
Orgasmos de duendes adúlteros
envueltos en sus mitológicos falos;
atractivos en los carnívoros pezones
y emanaciones caleidoscópicas de extraño origen;
de insulso encanto entre la miel
de tu sombra sangrienta de esperma.

Inequívoca voz de aquellos anónimos gemidos,
enramados por la sutileza de varios chelines
bajo el influjo de una seducción descarnada,
desinhibida en el estertor hechizante de las faldas.

Los labios raptaban en sus grietas naturales
el encanto de Adán hecho simiente
con el tropel undoso de las caderas.
Y en inédita ascensión de las notas mezquinas
a la garganta, hacían de los dedos incrustados
un enlace orgiástico en la lengua de la chica.

Humedece y engendra debilidades con los secretos,
mientras no exista un beso al cual asirse,
mientras masculle entre dientes con lasciva sorna
la inmortalidad de sus rizos ébanos y obsesiones meretrices.

¡Hay tantas monedas en la bolsa del vientre
que entrechocan su precio en otras sábanas fétidas,
de falso origen y pertenencia ajena, prohibida!

Descríbeme el silencio y recita
con el vino, al cenar de tus senos
el sensato deleite del calvario

¿Aún resta en sus piernas los aromas nauseabundos
remanentes del roce hecho suspiro,
subyugado en el placer y esclavo
del sudor en la penumbra;
y el titubeo de mis manos rígidas
al arder en su rostro?

La daga de mis colmillos desgarró
bajo la bóveda de la capilla blanca
en la sucia callejuela sus labios de escarcha,
esa piel nívea del torso.
Destrocé sus piernas opacas
y encontré en el placer del dolor flagelado
ese excipiente de un éxtasis inevitable

Busqué en los ojos la tristeza
de morir bajo la inflexión
de un orgasmo perpetuo
No pude encontrarlo,
porque son lágrimas sus carnes de burdeles
en la neblina londinense.

No menos de diez pequeñas faldas la noche
imperecedera desnudó de sus voces,
para hurtar los gritos y remedarlos en un eco
de lascivia invisible que, nos revolotea y envuelve
Esas son mis hadas nocturnas;
las hice mías, y después, de su belleza
de mortales quedaron insatisfechas
con el pudor infernal de las ánimas.

La catedral de las piernas permanecerá
extensiblemente abierta para el filo
poluto e irascible de mis palabras;
y aunque hayan partido, la perfección de la vagina
custodia la memoria de mil fantasmas
en otras húmedas soledades,
por mi lengua --y alma-- enferma.

SONAMBULISMO

Y apagaba las lámparas el viento matutino.
Era la hora en que enjambres de maléficos sueños
ahogan en sus almohadas a los adolescentes.
Baudelaire

(reflexión)

Cada día descubro llagas en mi cuerpo,
marcas que apenas siento,
hasta el rozar del agua en la boca,
y el descenso a la búsqueda de mis pies.

(descubrimientos)

Líneas finamente abiertas en profundos
espacios de piel, alargadas fisuras
más profundas cada vez,
más purulentas,
extrañas y desconocidas.

¿Qué hace el cuerpo cuándo reposa
por el olvido y la inconsciencia?
¿Qué hago cuándo no soy yo?
No quiero pensarlo.

(pánicos)

No temo reconocer quién soy, o seré
Tengo miedo de las nuevas heridas en mi piel,
cuando las antiguas han cicatrizado
A veces, las llagas dejan un trazo de sangre al final;
una canal alargada que se une a otra
en el alma

(símiles)

Este cuerpo llora cuando el agua la sacude,
arde en las arqueadas de mis huesos mientras
la espalda asemeja una ramera violada,
que, muestra los latigazos ilegibles
de algún sadomasoquismo difunto.

(síntomas)

Las llagas de mis piernas
derivan en cruces incoherentes;
las manos apestan y apenas puedo cerrarlas,
y mientras se alivian algunas lesiones,
otras (re)aparecen donde no cabe la imaginación.

(malestares)

Me duele el corazón por una hendidura
que, al creerla superflua, no cicatrizó
en el pecho, y sobre el costado tiemblo,
pierdo los dedos en ese agujero
donde estas uñas y huellas dactilares irrumpen
en una marisma de tatuajes coagulados.

(náuseas)

A cada minuto detesto ver:
mis brazos,
las piernas,
el alma,...
detesto observarme en el espejo
y en ocasiones, odio verme desnudo,
admirando mis huesos...

(días sin novedades)

Como un reflejo siniestro son los órganos
en este cuerpo anciano y empolvado
por el hollín de las arrugas.
Las arrugas quedan enmascaradas
y estancan los ojos de lágrimas,
y las cicatrices que el rostro ha olvidado ocultar,
están congeladas en mi tez por siempre.

(negaciones)

Apenas puedo dormir,
apenas concilio el sueño
por el dolor insoportable
del cuerpo flagelado;
por el castigo de esclavizarme
a esta extraña penitencia obligatoria.

(temores)

Cada día discurro los párpados,
tembloroso, y busco alguna llaga distinta
sin comprender que no reconozco
las viejas grietas
Las sábanas son rojizas
y el remanente de mi cabeza desciende
sanguíneo al tragante del baño,
púrpura al inodoro
ante el asombro de los estertores.

(pasos al jardín)

Las rosas en rosal de la abuela eran blancas,
ahora son botones de tonalidades disímiles,
níveas con puntos escarlatas desconocidos, la mayoría,
mientras las espinas cada día sangran más

(conclusiones)

Estos ojos temen cerrarse, pero
no pueden detener el influjo del hastío
Han sido muchas horas en vela
mientas el insomnio duerme en algún
recodo de la habitación.

(delirios)

¿Amaneceré muerto? le pregunto
al sueño, y éste no contesta, calla
cuando escupo la respuesta: Algún día.
A cada hora descubro lesiones en mi ser,
pústulas ceñidas al recuerdo
como espinas viejas al rosal enfermo.

CAMA VACÍA (PENÉLOPE)

Anoche
creí escucharte susurrando esas frases
antiguas que del amor hiciste tuyas,
creí verte desde la sombra, de pie,
mirando ese pedazo de sospecha
que han sido estas noches esperando por ti
creí ver en tus ojos ese deseo de entrar en la cama

Anoche
el silencio fue más nuestro que en meses anteriores
porque no pronunciaste una palabra,
pero tu aliento pausado se escuchaba igual,
tus besos tenían el mismo antojo
y esas caricias que esperaba de las sábanas limpias
estaban incrustadas en tu carne sin saberlo.

Anoche
escarbaste en mis sueños con tu aroma,
con tus ropas, los músculos, esos gemidos de gozo,
apareciste de la nada con esa indocilidad
de océanos navegados;
y despertaste mi piel muda e inerte
desde que te marchaste

Anoche
entró al cuarto tu cuerpo y el sabor del vino
como dos seres extraños, fantasmas independientes
y obscenos de una lujuria hambrienta.
También vinieron todos los hombres
con los que he convivido hasta esta noche
Uno por uno, fue tomándome con la sorpresa
de una misma piel,
de una sola carne penetrada,
intentando llenar mis pensamientos de espera,
los rincones negros de mi impaciencia,
hilando los tejidos desordenados
de una suavidad de sensaciones sin nombre.

Anoche
pensé en ti, y tú, te hiciste de huesos,
hombre, por la bendición de dioses moribundos,
un rostro de oscuridad,
y cera de sudor y temblores por las velas apagadas
fuiste un viento de uvas maceradas
en los labios,
un instante paralizado de demasiadas noches
para una sola desnudez;
el espasmo de muchos sueños en una cama vacía.

Anoche
desperté con tu ropa puesta, vestida de ti;
y la armadura aún descansaba donde antes dormías,
como si el hombre que la vistiera
se hubiese hecho cenizas en los sonidos de la noche.
Al lavarme el rostro, aún era tu cara en mis manos,
y tu pellejo en las lágrimas que después derramé.

Anoche
ocurrieron cosas inciertas en mi memoria
supe que no eras tú, pero aún así te permití entrar
y después, me entregué sin remordimientos,
ni abandonos,
Anoche
fue una sonrisa tierna y desenfada tu ausencia
la voz de nuestro hijo me confesó
que no regresarías a Ítaca;
pero no importaba,
él permanecería siempre a mi lado.

TAUROMAQUIA

Mino(s) tiene una obsesión caprichosa
aquilatada en la saliva,
oculta entre los labios,
apagada en la boca…
Mino(s) resurge taurino ante las noches
de pecado inconfesable.
Los días endosados al olvido y la adquisición
del insomnio,
el temor inherente a la huida
con el taumaturgo de las cenizas abandonadas
no le permiten olvidar la partida presta
de la ceguera ante la ingravidez de sus lamentos.

Es extraño, pero Mino(s) desea engendrar
en mí, las ansias que en otros difuntos
no he permitido.
Añora desesperadamente no ser
como viejas corridas, por ende,
consumadas y muertas
en el cansancio de la carencia;
como análogas caricias extintas
ante la estocada mortuoria
de la duda y el adulterio.

Mino(s) aunque sin confesarlo, cautiva
mis ojos de amaneceres estériles e insípidos
entre los muros de su enfermiza esclavitud
obseso debido al cornudo proceder de su origen,
éste, erige su génesis entre los barrotes de un laberinto
construido para una morada de exilio.

La cornamenta agotada de su verborrea
origina irrisorias excusas ante la insistencia de mi prisión,
cada día más prolongada.
Mino(s) en silencio loa frases al milagro de poseerme.
Al tenerme pierde todo temor por perderme
y asfixia en su idolatría condenada mi lengua
a sus rumiantes entrañas.
Bajo el abrazo bovino derrite cada poro
con cada hebra parásita de su vientre velludo;
desbarata con cornadas violentas y lunáticas
los impotentes bufidos de asirme al aliento
ante la incapacidad de respirar por si solo

Mino(s), el cornúpeto, después de asesinar
a mi cancerbero de carne desconoce otro modo
de bendecir mi ausencia que, con la muerte.
Encerró en cada reja un espejo, con el pretexto
de encontrarme incluso, aunque no estuviese,
mientras la complicidad de su hastío mantiene
el cerrojo de su desvelo como una castidad
altruista en voto de silencio.
Sin embargo, para Mino(s) este es el único espacio conocido,
fallece en las noches, al agotarse la claridad,
moribundo ante la soledad de su equívoco.
Y allí estoy, como el ánima posesa de un cuerpo invisible
en una sonrisa estrecha, angosto al igual
que el sitio donde lloro mi embriaguez.

Mino(s) en una planicie de ensueño abraza
un cadáver pasifaénico con el sabor de mi boca,
y observa como escapo ágil a través de cada pared,
perdiendo la grácil silueta de mi desnudez
en otra forma ilícita e impúdica;
ausentado hasta la nada de verme
sin poderse conformar.
Y rumia un lamento agonizante,
estremecido por la verdad de la pérdida
y el pasto abundante de las frustraciones.
Cuando cierra los ojos, le oigo llamar el nombre
de mi fantasma en las vestiduras. Ariadna.
Abrazarse a mi cuello, llorar al reiterarse
en cada seducción la pesadilla de mi existencia.

Asediado por la ausencia, le agobia
y atemoriza también mi desprecio.
No concibe la distancia de mis dedos sin el ansiado páramo
de las piernas donde ir a perder la vida…
Jamás me dejará ir, a pesar de la abominación;
cuando no encuentra siquiera sentido a subsistir
sin las banderillas de los engaños,
ni los atavíos de su cabeza taurina,
sin las píldoras sedantes de la bestia en su abdomen.

Déjame partir Mino(s), permite morir a este Dédalo travestido,
desvelado y voraz, que, en ansias de respirar mutiló
la imagen paterna de si mismo en mascarada de odalisca.
No intentes extraviarte en estas faldas fatuas de artificios,
olvida la mitología de las penitencias cretenses
y sortea los laberintos internos del alma humana.
Aún sin tenerme me habría extraviado
en los avatares entrecruzados de las contradicciones caóticas,
escapando en los brazos de otro amante senil
con los escalofríos de este acto pantagruélico,
caleidoscópico,
alucinantemente pornográfico.


(textos y fotos tomados de esquife)

viernes, 6 de junio de 2008

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